martes, 17 de septiembre de 2013

Estoy mamada de un país….



Hace rato no publico nada en mi espacio, pero estoy que estallo y si no escribo voy a terminar estrellando a alguien contra una pared!

Como algunos saben, me fui del país a estudiar una maestría. Decidí regresar por dos razones. 1) Mi hijo estaba en Colombia. 2) Sentía que podía llegar a construir país y que quedaba mucho por hacer. Hoy veo que me equivoqué con la segunda.

Estoy mamada de un país donde si quieres trabajar, así sea un mes, o por un contrato, tengas que pagar salud y pensión del 40% de tu ingreso (una salud de quinta donde tienes que rogar para que te receten un ibuprofeno). Además de eso te quitan impuestos sobre el pago y además debes pagar, quieras o no, un fondo de solidaridad de 24 mil pesos si el contrato es por más de no sé cuántos salarios mínimos… Pregunto: un fondo de solidaridad ¿para qué? Para los ladrones Uribes, Santos, Gavirias, y todos los de cuello blanco que conocemos?

Estoy mamada de un país donde si no quiero trabajar como asalariada por lo que les cuento y quiero montar una empresa, te jodan con 20 mil impuestos adicionales, que también se los roban.

Estoy mamada de un país donde tengo que pagar un millón de pesos por un colegio normal para mi hijo por miedo de mandarlo a un colegio público. No quiero exponerlo a que termine acuchillado o usando armas para tener lo que quiere.

Estoy mamada de un país, donde el acceso que dan a educación sea de este estilo. Un colegio inseguro, sin valores, donde prevalece la ley del más fuerte físicamente.

Estoy mamada de un país donde si quiero estudiar me toca vender lo que tengo y endeudarme hasta los cojones con el Icetex o cualquier otra entidad que me quita esta vida y la otra, y que el gobierno llame a eso “ayuda”.

Estoy mamada de un país donde los campesinos tengan que salir a protestar porque no pueden guardar sus semillas, sino que tienen que comprarlas a multinacionales y donde los TLC nos están jodiendo por ineptos presidentes que ni siquiera leen lo que firman. Y tras de todo, la policía golpea y agrede al campesinado.

Estoy mamada de un país donde no tenemos un sistema de transporte digno. Donde para ir de un lado a otro tardemos dos horas y media, oprimidos (en ambos sentidos), con miedo que nos roben, o que nos agredan porque existen profesionales en “cosquilleo de Transmilenio”.  (así se autodenominan estos hampones).

Estoy mamada de un país donde si quieres poner una denuncia contra un ladrón, tardes cinco horas, tengas que dar tus datos frente a este personaje y él sepa todo de ti, te amenace delante de los policías y tras del hecho el Fiscal hace mal la denuncia y diga: “Dejémoslo así mijito”.

Estoy mamada de un país donde los taxistas, el de la tienda, todos quieren tumbarte y tengan la ley del ‘vivo vive del bobo’ con la excusa estúpida de la ‘malicia indígena’.

Estoy mamada de un país donde te llega una factura del acueducto mal liquidada y tenga que tomar de mi tiempo para poner una queja para que digan que todo está perfecto y que quiera o no debo pagar. Y de tener la impotencia de saber que es injusto y no poder recurrir a nadie, más que a una Superintendencia que se tarda para dar una respuesta, y mientras tanto qué? No me baño? No hago comida?

Estoy mamada de un país donde el mercado es carísimo y cualquier cosa que se compre no es ni comparado con mercados de otros países, mejores o peores que el nuestro… donde se gana más y se gasta menos en mercado o en vestuario. Estoy mamada que nos metan los dedos a la boca de todos los colombianos.

Estoy mamada de un país donde para que el papá de mi hijo responda por él, tengo que ir a la Fiscalía y allá se tarden más de un año en empezar el proceso y donde los procesos civiles en juzgados de familia tampoco prosperen porque tienen “mucha demanda”. Y a las mamás nos toca jodernos la espalda todos los días porque los niños no se alimentan de rayos solares.

Estoy mamada de un país donde todos aceptan todo con abnegación. Donde parece que estamos acostumbrados a la miseria teniendo tanta riqueza. Donde la gente sigue dando votos de confianza a Uribe y su combo sin recordar que  fue él el que jodió a los trabajadores con este tipo de contratos informales con la genial idea de su Ley 50, y que la belleza de salud que tenemos fue su ponencia de Ley 100 cuando era senador,  y que la firma que está estampada en muchos de los TLC  que nos tiene en huelga, fue de él.

Estoy mamada de un país donde no se puede vivir, trabajar ni hacer ni mierda sin que le quiten a uno lo trabajado por cualquier lado, para no ver frutos. Si me van a quitar mi dinero quiero verlo en mis hijos, en vías para andar, en infraestructura, en calidad de vida que acá no existe!

Estoy mamada, pero mamada, pero mamada de tanta injusticia social! Me duele el alma, el corazón, el cuerpo. Soy mujer, madre, y estoy aburrida de luchar a diario y sentir que sola no puedo más.

No quiero un Estado que en lugar de proteger mis derechos quiere machacarme y sacarme hasta lo último que tengo.

Quiero irme al País de las Maravillas.

Muchos dirán: “si está tan mamada pues lárguese”. Ganas no me faltan. Dinero sí, porque acá me lo quitaron todo.

A mis amigos que están en el extranjero, les aconsejo: Quédense lejos, lejos, muy lejos de acá. Entreguen su conocimiento en cualquier lugar donde respeten sus estudios y su esfuerzo, donde tengan acceso a la cultura de verdad, donde puedan vivir tranquilos, con seguridad, sin ser millonarios, pero donde no les quitan lo que tienen.


Y como dijo el popular filósofo colombiano César Augusto Londoño: “Hasta aquí los deportes. País de mierda!”

martes, 30 de julio de 2013

La primavera sabe que la espero en Madrid

Dejar ciclos atrás nunca es fácil.

Cuando tomé la decisión de venir a estudiar mi maestría a España, lo hice tranquila. Absolutamente convencida de que iba a regresar a casa. Y así será.

Ahora, dejo España con un nudo en la garganta. Absolutamente convencida, que si algún día regreso, no será del mismo modo.

Es extraño darte un stop en tu vida impecablemente responsable, dejar de ser la madre que llega de su trabajo en su coche a su apartamento, que paga cuentas del banco, que discute en juzgados, que  se ocupa de la lonchera del niño y todo lo que ser madre de familia conlleva; para pasar a volver a ser una estudiante, como si tuviera 20 años, es algo de lo que estoy agradecida en la vida.

Salir de mi zona de confort, de mi casa organizada a vivir en un piso con gente diferente y aprender de todos, fue una de las mejores experiencias de mi vida. He tenido momentos muy difíciles, en los que me preguntaba por qué carajos había tomado esta decisión. Pero luego veía lo abierta que estaba mi mente y todo lo que había aprendido y solo podía estar agradecida con el universo.

Al universo por permitirme conocer lugares preciosos, porque mis ojos tienen ahora imágenes que no se van a poder borrar tan fácil de mi retina. Porque conocí una cultura rica en todo: sus “palabros” me encantaron y ahora me es difícil buscar sinónimos para traducir lo que quieren decir en colombiano; su comida y dieta mediterránea que me emborracharon de sabor desde la costa gallega y su pulpo, pasando por las tapas vascas con las que discutí tanto, bajando a su cocina madrileña con cayos, llegando a los ‘tapones’ de Granada y el salmorejo cordobés;  porque conocí su música y su arte lleno de canciones trufadas de notas muy suyas; sus copas, chupitos y su marcha; porque aquí fue donde por primera vez vi nevar y aprendí a valorar el verano y porque aquí fue donde volví a creer en la gente.
De todo, el mejor recuerdo que me llevo es el de la gente.

Gente que me recibió en su casa después de años de no verme. Así que gracias a Marcelo, Lena y Vale por darme el gran ‘Welcome’. A Betty, Rosita y Jaime que me alimentaron el cuerpo y el alma en la mejor tapería que conozco, ‘El Don de Betty’. 
Luego fue mucho lo que aprendí. Bueno y no tan bueno.

Conocí personas muy mayores, con espíritu joven, pero muy curtido a la hora de hacer daño a las personas que quiero. Abrí mi corazón a muchos que luego me hicieron daño, como por lo general me ha pasado en mi vida. Pero esta vez hubo una gran diferencia: He crecido, porque aunque me dolió, no me arrepiento de haberles dado lo mejor y más sincero de mí y no tengo absoluto resentimiento por nadie. Al contrario, me hicieron aprender a darme siempre con más y más amor.

Conocí madrileños con espíritu colombiano. Gracias a mi Hesenberg del alma por sus pactos silenciosos de cuidarnos, por arrancar con su coche y mis amigas a conocer el sur de España, por sus barbacoas en la piscina y por acogerme para comer las doce uvas hasta el 2 de enero; y a Marcos por acompañarnos a ver una de las fiestas más grandes del mundo en Pamplona.

Gracias a Xanita, Jio y el resto del parche colombiano, con los que comimos arepas, tocamos impros de bajo, guitarra y batería, vimos partidos, tuvimos tardes casi sin dinero en La Sureña e hicimos de la Noche Buena un banquetón.

Gracias a todos y cada uno del MPC 33, mis compis de clase. Fue duro. Duro no, lo siguiente. Adaptarme a modelos de trabajo distintos culturalmente, para mí fue un aprendizaje enorme. Con unos puede entenderme, con otros jamás. Pero de todos, todos, todos, me llevo algo bueno e hice con ustedes los que más me gusta hacer: aprender.

Otra experiencia enorme para mí fue trabajar con personas brillantes de ingenio y mejores como personas. NewCast fue una de las mejores cosas que me pasó en esta estancia. Aprendí todo de la cultura española gracias Bartolo, Iván y YouTube: “Pim, Pam, Pum toma Lacacitos”, “Viva España, Viva el Rey, Viva el orden y la Ley” y “Ahaha la Sole que te doy con el mechero” son cosas que nadie me va a entender. Escuchar ese argentino españolizado de uno de los mejores jefes que he tenido; Migue: Gracias por siempre saber enseñarme, decir las cosas con tacto y mostrarme que la creatividad no tiene ni límites ni miedos. Andre: una de las chicas más currantes, joven y talentosa que he conocido jamás: ‘muchacho’ vas a llegar muy lejos y espero estar ahí para verlo. Elena que me mostró que la sensibilidad española está a flor de piel pero que a la vez puedes contestar con tres palabrotas y seguir siendo una dama. A Ángel, un enorme gracias por tantos Gin Tonics, caminadas gastándonos un euro a la madrugada, pollitos, ensaladas y tertulias de cine y música.

Gracias a mi familia de Toledo 49: a María y su sonrisa que vale un millón, a Rocío con sus comentarios que siempre me subían el ego, a Mariana por mi piojito del símbolo de la paz y cena de despedida, Ernesto y su costumbre de verme extraña si no era en pijama, a Alfredo que es el único hombre que  ha recogido mis bragas de la cuerda de ropa (tranquilo, sé que te debo una lavada) y a Diego, mi facho favorito. Éramos y seremos la ONU en pleno.

A los que nos recibieron a mis amigas y a mí, en sus ciudades. Gracias mil. Con Carlitos Rodríguez, (que por desgracia sé que no leerá esto) conocí la gastronomía vasca, fue mi primer tapeo y vomité en el Gugguenheim de Bilbao por sobredosis de comida; de Jose aprendí a hacer Salmorejo cordobés (a ver si en Colombia recuerdo cómo es) y que los hombres españoles tiene un corazón enorme; Gracias a George y su casa en San José por acompañarme a ver por primera vez el Mediterráneo en Cabo de Gata, por abrirme las puertas de su hogar y de su máquina de hacer pan. El mejor que he comido en el mundo.

A Juliana y Zori que me permitieron llegar a Granada a asustarme con  esto de las procesiones de Semana Santa en Andalucía. A José Luis y su rescate de tres chicas en las carreteras valencianas y enseñarnos lo divertidos que son los puertos.

Gracias a los y las madrileñas con los que hicimos largas caminatas de la vergüenza: a Joshua y la casualidad de conocernos, a Manu con su imitación cubana perversa, a Pedro de Salamanca por su sinceridad, a Anton y sus filosofías asociativas, a Gregor y los All Bran con Nesquick, a Raquel y esa transparencia y buena onda, a Kike y Migue por decirme ‘exótica’ y darme a probar esa crema de Orujo gallega que me valió un morado en la pierna por dos semanas.

Sé que se me pueden quedar muchos en el tintero, y lo siento, a cada uno le daré lo suyo.
Pero quiero cerrar dándoles las gracias a mis hermanas.

Pauli: No se me olvida que tenemos un negocio por montar. Gracias por abrirme las puertas de ese corazón tan valioso. Por favor, no viajes con tanta comida de acá porque te pueden detener. Nos vemos en Bogotá.

MariPau: La urraca mayor. Qué sería de mí sin tu cama en la Latina. Sin esos chismes mañaneros por WhatsApp y esos momentos de incertidumbre acompañados de litronas. No sé si vayas de regreso a Colombia, pero estaré ahí para ti. Siempre.

Lore: Compañera desde el inicio de este viaje. Una mujer fuerte y valiente. Más consentida que yo y que lava el baño como nadie. Gracias por aguantarme, incluso hasta en mis pesadillas. Tú no te preocupes. Recuerda la regla que te dije  un día, la número once: “Al final, todo sale bien. Y si no sale bien, es porque no es el final”. Te quiero. Y sea donde sea que el universo te ponga, podrás buscarme para hacer pucheros. Tenemos pendiente un libro por escribir.

Ahora me voy a mi tierra a dale las gracias a mi madre y a Yepes por quedarse al lado del cañón, esperando que yo volara, como siempre lo hago. Solo que en esta ocasión, fue mucho más lejos y por mucho más tiempo. Gracias a mi hijo que se portó como un niño grande mientras su mamá crecía más. Alejo: soy la madre más orgullosa que existe en el mundo, por tenerte como hijo.

Ya se acabó esto de vivir como estudiante.
Me voy feliz, me voy contenta y me voy grande. Pero sé que siempre habrá un tren que me deje en Madrid.

Los quiero.

martes, 25 de junio de 2013

Lo lloro tres días, me maquillo, me pongo tacones y a comerme el mundo…



Creo que últimamente me he fijado que existen hombres que nos temen a algunas mujeres.


Nosotras no queremos casarnos y tener hijos con cada uno con el que tenemos una relación. Algunas veces solo buscamos compañía o pasar un ‘ratito’ agradable; y está bien, una que otra vez, divertirnos. Pero son muy muy pocas.


Pero cuando eres clara y les dices lo que quieres, de frente, simulan aceptarlo, y luego, huyen despavoridos.

Eso le pasó a Laura, una amiga que vino a hacer una maestría a España. Es argentina ella. Socióloga, inteligente, valiente y para qué mentir: muy guapa.

Ella vino antes que yo. Postergó su trabajo con una fundación en Buenos Aires y unos proyectos que tenía porque es una loca enamorada de España.

Al venir, ella quiso seguir con su “novio por correspondencia”, -como le dice ella- con el que llevaba dos años. Pero el tiempo, la distancia y la falta de contacto, hizo que lo dejaran en menos de seis meses de separación. “Cuando no es, no es”. Normal.

“De verdad yo sentía que él era para mí. Pero hay circunstancias que son más fuertes. Él cambio. Y yo también”.

Hace poco la vi feliz con un alemán súper buena onda. Él hablaba perfecto español. Gunnar estudió una maestría en Argentina. Nunca se había visto en la vida hasta una noche en que sus amigos alemanes vinieron a visitarlo y se encontraron en un bar en la calle del Barco.

Luego de las copas se separaron esa noche cada uno a sus pisos. Pero Gunnar se saltó, lo que él denominaba, la regla de no llamar a una chica que recién conoces sino hasta los tres días. Esa misma madrugada le escribió para saber cómo había llegado a su casa.

Se vieron después con la luz del día. Fueron a tomar cañitas a ‘Ojalá’, un bar cerca de Tribunal. Parecía que ese nombre era la puerta de su historia.

Tenían mucho en común y a ella le encantaba como le contaba historias de su Buenos Aires querido.

Se le hacía gracioso cómo pronunciaba la palabra ‘boludo’ y cuando le decía que su habitación estaba hecha un ‘quilombo’.

La tarde se hizo noche, fueron a un bar a ver un partido de fútbol y luego a tapear con más y más cañas. Se besaron hasta el cansancio.

Y llegó el momento. Ella le ofreció un amor con fecha de caducidad. Laura fue tan clara como para proponerle que se disfrutaran hasta octubre, mes en que ella regresa a su país. Porque sabe que su vida está allá. Su trabajo, sus amigos, sus contactos. Todo.

Laura es de esas mujeres que se cree inmune. Que ella jamás se va a enamorar, siempre y cuando tenga su meta clara en la vida. Su meta es llegar muy lejos en el plano profesional y ningún amor le va a cambiar los planes.

Gunnar aceptó su propuesta suicida. Y fue hermoso el poco tiempo que duró. Ella era su milagro y su princesa. Aprendió a hacer desayunos y palabras alemanas. Y se encontró con que, efectivamente, los alemanes son muy cuadriculados, pero este era más latino que cualquiera. Risas, cosquillas y mimos.

Pero como todo lo hermoso, esto no duró. Cada vez y cada vez él más lejos. Hasta que él le confesó que no quería enamorarse de ella. Siguieron, pero a más y más kilómetros afectivos de distancia.

“Dianis, (como me dice ella) yo no me enamoré. Pero es que uno estando sola uno se aferra mucho a lo bonito que encuentra. Y más con un hombre tan lindo. Sexo? Eso lo encuentro en cualquier parte. Yo solo quería amanecer con alguien así fuera una vez por semana. Con alguien a quién entregarle cariño y que sabía que también me lo entregaba”.

Fue la misma Laura la que le dijo que no más. Y él le dijo que no quería terminar mal con ella. Que ella le caía “muy bien”.

“Muy bien? Muy bien me caen mis compis de piso y no les digo mi amor ni me acuesto con ellos”. Dice con su carácter fuerte.

Solo le quedó un chocolate que él le trajo de un viaje. Ni siquiera son amigos en Facebook. Tal vez ninguno quería que algo se supiera del otro.

La vi triste unos días. Pero luego de llorarlo tres días, se maquilló, se puso tacones y salió nuevamente a comerse el mundo.

Lo sé. Los hombres no entienden de eso. Ni Gunnar ni ninguno.

Eran solo dos extraños concediéndose deseos...





miércoles, 29 de mayo de 2013

A tu salud, Glorita


La muerte es un paso natural que todos, absolutamente todos, tenemos que dar.

Siempre he sido de las personas fuertes, que entienden a la amiga muerte como algo natural. Sin miedo.

Siempre he pensado que hay algo más allá que nos espera. Un mundo completo por descubrir. Y yo no le temo a los cambios.

Cuando muere un ser querido, y la amiga muerte ya anunciaba su visita, no es tan traumática su llegada. El problema es cuando esa visita llega por sorpresa, a la hora de la cena y no tienes nada que ofrecerle.


 
Así paso:

Entra una llamada a Skype de mi madre desde Colombia. Estoy en reunión y no puedo contestar.

Al minuto otra llamada a Tango. Evidentemente la rechazo. Así, sigue en tres intentos. 

Respondo por mensaje: “Madre no puedo contestarte ahora. ¿Qué es lo tan urgente? O me das 15 min y te marco”.

No recibo respuesta.
Quedo preocupada y al salir de reunión lo primero que hago es llamarla.

No he hecho la catarsis. Por eso la hago ahora.

- ¿Qué pasó? Pregunto.
- Nena. Ayer llamé a Gloria a contarle algo importante. Me contestó alguien que no conozco. Me dijo que murió esta madrugada.
Confusión en mi cabeza.
- ¿Cuál Gloria?, pregunto.
Pregunta estúpida. La única amiga en común con mi madre era ‘nuestra Gloria’.
-  Gloria García.
¿La de Pereira?, vuelvo a preguntar estúpidamente, como validando una información que no quería escuchar.
- Sí. – Responde mi madre en seco.
Pero ¿cómo así? Pero ¿Quién te contestó?, ¿Qué fue lo que te dijo?
-  Ni idea. Me dijo que esta mañana no despertó.
Pero, ¿es confirmado? ¿O fue una confusión?

Ahora que lo pienso, fue una serie de preguntas absurdas.


Gloria tendría cuarenta y tantos. Dos hijas. Un nieto. Una salud inquebrantable, no le daba ni una gripa. Es más, siempre me decía que yo era una floja cuando me enfermaba.

Grosera como ella sola. Era imposible escuchar una frase pronunciada por ella que no tuviera un hijueputazo o algo parecido.

Ella me puso los apodos y motes más extraños de la vida, que no comparto con ustedes por respeto o porque pueden pensar mal de mí.

Siempre se levantaba a las 7:30 am. Ese día eran las 8:30 y no lo había hecho. A sus hijas se les hizo extraño, subieron y la encontraron en el sueño profundo. Sin avisar.

Yo ‘conocí’ a Gloria a mis 15 años. Ella tenía un don especial. Ella veía cosas que otros no podían. No echaba cartas, no leía el tabaco, nada de eso. Sencillamente ella sabía por lo general que había pasado con alguien exactamente, o que pasaría a futuro. Quizás ella sí sabía de la visita que recibiría o tal vez la muerte la “agarró con los calzones abajo”, como decía ella. Eso jamás lo sabré.

Ese don que tenía era lo que más amaba y lo que más detestaba yo de ella.
Me decía cosas sin que le preguntara. Yo me negaba a creerle. Le decía que no. Que fulanito de tal no era como ella me decía. Pasaba el tiempo y parecía que Gloria fuera la libretista de la historia. Era asustadora.

A veces le tenía que decir, en serio, que no me dijera nada, que prefería el factor sorpresa, pero ella insistía: “Es mejor estar preparada y aproveche que puede hacerlo”, me decía.

Cuando me enteré de la noticia yo estaba saliendo de la Agencia. Lo único que hice, camino al metro,  fue despedirme, agradecerle por su amistad y decirle que me esperara en el cielo pa chupar aguardiente como nos gustaba. No le dije que la quería, porque eso siempre lo hice. Después de cada conversación le decía: Sumercé sabe que yo la quiero mucho ¿Cierto? Ella respondía: “Yo también boba”.

Salí a encontrarme con una amiga en La Latina. Bebí una, dos, tres cervezas. Luego tinto de verano y luego en su casa como mil Gin Tonics. Me entró melancolía. Pero no lloré. Gloria disfrutó mucho la vida como para llorarla. Pero me bebí lo que encontré a su nombre.

Al otro día, me levanté con resaca en casa de mi amiga y me arreglé para ir a trabajar. Llegué y en mi puesto de trabajo derramé unas pocas lágrimas. Creo que  la resaca me quebró es sistema lagrimal. Se me escurrían solas.

Con el trajín de los días fui asumiéndolo.

Hace unas semanas tuve una muy buena noticia. Sólo pensé en llamarla para contarle, entre risas, que lo que ella me había dicho había acabado de ocurrirme (como siempre).


Solo recordé que ya no estaba.

Esta canción, para Jenny y Lina: sus hijas.


martes, 7 de mayo de 2013

Quiero que mi mejor amiga se pueda casar con su novia



Estoy aterrada con este mundo.

Mi mejor amiga es lesbiana y no puede decidir si se quiere casar o no en Colombia.

Desde que tengo uso de razón, entendí los riesgos del matrimonio y había decidido no casarme. Pero tuve la posibilidad de escoger. Ella no.

Y no es que ella sueñe con verse vestida de blanco y sus amigos echando arroz al aire (aunque a veces creo que también tiene ese sueño de cuento de hadas). Ella sueña con algo mucho más importante: sueña con verse reconocida como ciudadana.

Ella vive con su novia, en un apartamento pequeño en Bogotá. Trabaja, como la mayoría, para ganarse la vida y mantener el hogar, porque su novia no tiene empleo. Justo ayer hablamos y me contó que su chica se lesionó en un partido y que no tiene seguridad social y ella no la puede afiliar a la EPS porque no tiene como demostrar que es su pareja.

Hago la transcripción, casi textual de la conversación. “Mk. Estoy mamada. Aburrida” Me escribió. “Ando Trabajando....un poco cargada sabe? Pero hacer de tripas corazón. Estoy hasta el cuello de apretón financiero...Mi chica no consigue trabajo…Y pa completar anoche, como cada lunes, la acompañe a su partido d fútbol con sus ex compañeros...y se me lesiona? Mk a la madrugada el dolor no la dejo dormir... Y yo impotente mk porq ni sé de medicina, ni esta afiliada a una eps, ni la puedo afiliar yo, ni plata por si urgencias... Y esta mañana seguía con dolor y yo hasta d malgenio d la impotencia e inconformismo...salí estresada d ksa...”

Y yo, como excelente amiga que soy, y ante todo, consejera, le dije lo mejor que se me ocurrió en medio del afán del día: “Chanfle! Es que la falta de dinero acosa mucho”

Ya sé. Ya sé. Soy pésima consejera.
Por eso decidí levantar mi voz de protesta. Ya lo he hecho en redes sociales, pero no había encontrado el momento para hacerlo de forma argumentativa.

Ella tiene problemas como todos. Paga impuestos, como todos. Tiene cédula de ciudadanía y como todos tiene deberes. Pero no todos sus derechos.
No recuerdo muy bien, pero desde el colegio, me mostraron en la Constitución Política de Colombia, creo que es el artículo 13,  que en mi país, NADIE puede ser  discriminado por razones de raza, sexo, religión, lengua, opinión política o filosófica.
Lo recuerdo porque fue el artículo que más me gustó. Sonaba bonito. Todos en mi país nacemos iguales.
Claro que por ahí había otro artículo que decía que el Estado debía proteger a la familia.
Pero, ¿de qué clase de familia hablamos?, ¿de la familia de papá, mamá e hijos? Ah! Es decir que mi hijo y yo no somos una familia. Ah! Y tampoco es familia la abuela que vive con su nieto. Y tampoco es familia la pareja de recién casados. Y menos el soltero que vive con un gato. Y mucho menos dos mujeres u hombres que se aman.
Claro! Es más familia el hombre que maltrata a su mujer, o la familia que vive violencia sexual o de género. Es más familia en la que los niños no importan y mueren de desnutrición o a golpes. Es más familia porque hay un hombre y una mujer como pareja.
Yo prefiero ver a un niño cuidado con amor por dos hombre o por dos mujeres, que maltratado por una pareja de heterosexuales.
Creo que mi país está lleno de doble moral. Y eso me duele. Mucho.
En invierno, vi en el metro de Madrid a dos mujeres con una niña. La estaban cubriendo para salir y que no pasara frío. Lo hicieron. Cada una le dio un beso a la pequeña y luego se dieron un beso ellas. Salieron felices del metro.
Quiero que mi mejor amiga se case, si quiere. Quiero que la gente en mi país tenga el derecho legal de ser feliz.

Y bueno. Ya dejando un poquito mi protesta a un lado, y como es habitual  les dejo un vídeo... este me encanta y cae como anillo al dedo.
Porque esta semana estoy de 'viejitas, pero sabrosas'.


  

miércoles, 27 de marzo de 2013

Pueden pasar de mí como la mierda



Pensar, hablar y ser diferente no es un crimen.

No traten de ´llevarme por el buen camino´, no intenten hacer que hable como ustedes, que crea en otras cosas o que escriba de otra forma. Yo no quiero ser como ustedes y no pretendo que sean como yo.

Les cuento mi caso: soy una colombiana estudiando en España y, la verdad, nunca pensé que fuera tan difícil la comunicación entre personas de mí mismo idioma. Tengo un ´profesor´ con doctorado encima que dice que los latinos “hablamos mal” y mis compañeros no entienden lo que escribo porque manejo varios tiempos verbales en un documento o dicen que uso palabras que “ni siquiera existen en el castellano de España”.

Confieso que cuando me lo dijeron, sentí un hervor en la cabeza un poco incontrolable. Pero lo contuve para pensar con cabeza fría lo que pasaba. Simplemente son diferentes. Ni ellos, ni yo, tenemos la razón.

Eso no es problema. El problema radica en que pretendan que yo cambie, o como mi ´profesor´ dice: “Que evolucione”.
En esa ocasión, una amiga venezolana, más frentera que yo le contestó: “Eso depende desde donde usted vea la evolución. Simplemente nos adaptamos al entorno, que es muy diferente”. (Ole)

Lo mismo pasa con las religiones (¡Uy! me metí a terreno fangoso). ¿Quién le ha dicho que su religión es la correcta, la única y verdadera? Ahora, ¿Por qué quiere que yo crea en lo que usted cree?, ¿Le pagan por llevar más fieles? ¿O es mejor persona por llenar su wall con cosas religiosas? Me molesta, y de sobremanera, que me quieran obligar a pensar lo que yo no quiero pensar. Sencillamente somos diferentes. 

Hace poco, supe del caso de Amina. Una joven tunecina de 19 años que se tomó una foto mostrando las tetas, y escribió sobre su piel “Mi cuerpo es mío y de nadie más”. Ella pertenece a la religión del Islam y, al parecer, le habrían condenado a cien latigazos públicos y a muerte por lapidación. Luego dijeron que no, luego que sí, luego que no…
Con tal, la noticia se extendió como pólvora y generó una protesta por redes sociales donde muchas mujeres nos desnudamos y nos escribimos lo mismo (sí, NOS, porque yo también me la tomé), y las pusimos a circular por la red.

No tengo nada, absolutamente nada contra el Islamismo. Mi protesta no es contra una religión. Es contra las formas de represión femenina. Es contra lo que no me parece humano. Pero si usted no piensa como yo, créame que no voy a tratar de convencerlo. Sus razones tendrá.

Lo mismo pasa con las relaciones de pareja. ¿Por qué quiero que mi chico se case conmigo si él no quiere? ¿Por qué nos imaginamos que él algún día va a cambiar?, ¿Por qué quiero llevarlo a casa de mis padres si hasta ahora llevamos dos citas y una revolcada? Como dicen los filósofos británicos: Let it be!

No traten de que sus novios sean o piensen como ustedes, mujeres. Eso suena muy narcisista. Ustedes terminarían enamoradas de su reflejo, de alguien que parecen ustedes mismas. A mí eso me suena aburridísimo.

¿No les parece mejor buscar por los recovecos de los laberintos de lo que no conocemos, convivir con personas que nos puedan aportar diferentes posturas y aprender todos los días cosas nuevas?

Sólo expongo mis argumentos y si no están de acuerdo, puede pasar de mí como la mierda. Yo haré lo propio.

Feliz Semana Santa/ Spring Brake y recuerden que todo depende... depende de...