miércoles, 31 de diciembre de 2014

Cuba libre: cuando la realidad golpea




Ésta, evidentemente, no es una historia de navidad ni de buenos deseos de año nuevo. Pero sí sobre algo que me pasó este año y que tiene que ver mucho con la historia de mi familia.

Mi abuelita Alcira fue la que nos metió, a mis primas y a mí, el bichito político. Ella, a su vez, recibió la influencia del bisabuelo Rafael; ateo y más rojo que el que más.
Recuerdo un afiche que estaba en su cuarto de Luis Carlos Galán Sarmiento, recuerdo cuando salía a votar con su blusa satianda roja a gritar “que viva el partido liberal” y recuerdo cuando decía que Fidel era el hombre que más admiraba y que hubiese querido conocer Cuba.

Pues este año tuve la oportunidad de ir a La Habana. Los tiquetes estaban baratos y fue el momento perfecto para conocer esa sociedad que mi abuelita tanto admiraba, y la verdad, verla, fue un golpe fuerte.


Tiene cosas maravillosas como sus playas, su gente, los paisajes, los licores, la música y una comida deliciosa; nada como esas vacas fritas, las colas de langosta, las masitas y los mariscos, los cuales, los cubanos rara vez pueden probar porque sus salarios no les alcanza para esos manjares, y obvio, en las listas de ración, no existen. Solo pueden probar cerdo.

Me quedé en casa de Consuelito. La esposa del que fue el un oficial muy cercano de Fidel. Su hermana se casó con Francisco, un soldado que sirvió a la revolución por 40 años. A ese lugar me llevó el destino.

Francisco tiene un Lada con radio de pasacintas modelo de los años 50. Él me hacía las carreras más baratas que los ‘almendrones’ (taxis tradicionales) para poderse ganar unos CUC’s de más (moneda que manejan extranjeros y que los cubanos no pueden tener, a menos que trabajen en turismo).

Descubrí muchas cosas que me dejaron sorprendida: por ejemplo que negociar con carne de res es ilegal. Si te cogen con carne de res es igual que si tuvieras drogas ilícitas y te pueden dar hasta 23 años de prisión. Las vacas solo las maneja el gobierno, y por consiguiente, son los únicos cubanos que las pueden comer.

También descubrí que no se ha construido una sola edificación desde la revolución. Tuvimos la siguiente conversación con Francisco en un viaje a la casa de Hemingway:

-   -   Francisco. Digamos que yo soy cubana y me enamoro de otro cubano. Queremos casarnos. ¿Dónde viviríamos?

-     - Pues en la casa de tus papás o en la de los papás de él; donde haya más espacio. Acá encuentras casas donde viven abuelos, padres, hijos y nietos.

Quedé plop. El hacinamiento es altísimo.

Un día, un taxista que me llevó al jardín botánico me preguntó cómo me había parecido Cuba a lo que respondí que eran unas por otras, que les faltaban muchas cosas básicas, pero que eso de tener salud y educación gratuita era un lujo; a lo cual me respondió de forma concreta: “No te equivoques, Colombia, aquí te están cobrando la educación y la salud desde antes de nacer y después de morirte. No podemos comer bien, no podemos hacer nada sin permiso del gobierno. Esto no es vida señorita”.

Existen en todos los barrios los CDR (Comités de la Revolución), algo así como lo que Uribe quería hacer acá con los ‘Informantes’. Son los sapos que reportan al gobierno TODO lo que hacen los vecinos y que pueda parecer antirevolucionario. Francisco me decía en tono de risa: “Chica, aquí no puedes tener ni amante clandestina porque ya Raúl lo sabe”.

Cuando empacaba maleta para salir a Cuba, me dijeron que debía llevar ropa para la gente porque lo necesitaban. A mí me daba vergüenza ofrecerla. Hasta que una mañana, Consuelito me sirvió el desayuno y en medio de las frutas y el café (que compraba con los 5 CUC’s que me cobraba para el desayuno, lo cual era un platal para ellos), le pregunté:

-      - Consuelito, ¿ustedes dónde compran ropa?, o ¿se las dan en dotación o algo así?

-      -Pues nos toca en los Shopping que son carísimos y de mala calidad. Le compré a mi nieta unos zapatos y a los dos meses se rompieron. Me costaron como 45 CUC (equivalente a 45 dólares. Teniendo en cuenta que el sueldo regular es de 20 dólares).

-    -  Consuelito. ¿Sabes de una chica que tenga más o menos mi cuerpo y que necesite ropa?, traje una que ya casi no uso.

-     - Mi nieta – me contestó.

Así que saqué una falda, una pantaloneta y tres esqueletos y los dejé sobre mi cama. Al regresar en la noche, Consuelito me agradeció. “Le quedaron perfectos y la falda le encantó”.

Ya para terminar, los invité a cenar a un restaurante que estaba en una terraza con una vista hermosa. Francisco pidió una tabla de quesos y jamones, Consuelito una ensalada de camarones y Ángela, la esposa de Francisco, un pescado al limón. Estaban felices y para mí no hubo más felicidad que verlos así.

Al otro día, me invitaron a comer moros con cristianos en un almuerzo delicioso. Eso fue el día de mi regreso. Después de agradecer la atención, Francisco me llevó al aeropuerto, me contó que lo habían llamado de un hotel para una reparación. Él es ingeniero eléctrico y su esposa ingeniera química (ella jamás ejerció). Como él es pensionado militar, no puede cobrar en dinero, así que iba a cobrar en especie: Dos quesos gouda.

“¿Sabes Caro? Me da tristeza haber perdido cuarenta años de mi vida sirviendo a esta revolución que no sirvió para nada. El romanticismo es bello, pero en la realidad es otra cosa.”, me dijo finalmente. Esas palabras me quedaron grabadas.

Toda esta bitácora de viaje se las cuento porque me devolví diciendo que eso tenía que terminar y le pondría diez años para que Cuba volviera a ser la niña de los ojos de Estados Unidos.

Hace unas pocas semanas, Raúl y Obama hicieron una alocución diciendo que iban a liberar los retenidos de ambos países y que se haría lo posible para detener el embargo a Cuba.

Me alegró la noticia enormemente. El día anterior al anuncio, Consuelito me escribió un correo contándome que Francisco tuvo un paro cerebral y que esperaban lo peor. Sigue igual a la fecha y me da tristeza que no haya vivido el momento histórico.

Me hubiese gustado que mi abuelita viera de primera mano la Cuba que yo vi, tal vez y solo tal vez, cambiara de opinión sobre la izquierda.

Debo decir que en este año la izquierda latinoamericana me ha decepcionado enormemente. Es una utopía mal manejada, la única que funcionó fue en Uruguay y porque no la llevaron al extremo. De resto, creo que llevan a sus países al declive. Como la derecha lo ha hecho a otros tantos.

Estuve en Buenos Aires y allá van de culo pal estanco. Pero esa bitácora será después.

Los extremos no nos llevan a nada bueno y creo que para este año nos quedan dos cosas para aprender:

1.    No podemos creer que algo es bello o lo mejor o lo correcto, si no lo vivimos directamente.
2.    Los extremos son tan parecidos que terminan tocándose. Es mejor, coger lo bueno de cada parte y hacer un mix propio.
En lo que a mí respecta, espero volver a Cuba y ver que los cubanos pueden comer lo que quieran y que con esa educación que reciben, pueden ejercer para bien propio y común.


Abuelita: lo siento mucho. Cuba no era lo que me contabas.

viernes, 15 de agosto de 2014

El silencio nos hace culpables a todos


Fotografía del portal www.razon.com.mx

Hace dos días leí un titular de prensa que decía ´Israelíes y Hammas negocian mientras se mantiene la tregua en Gaza´. Supe, entonces, que se había decretado un alto al fuego de 72 horas. Ya no eras siete horas para que los civiles se abastecieran de víveres, sino que era una tregua para negociar.

Casi paralelamente, supe también del suicidio del talentosísimo actor y uno de mis favoritos, Robin Williams, quién me puso a pensar sobre la muerte y el más allá con una de mis películas top protagonizadas por él: ‘Más allá de los sueños´.

Lo que me extrañó de estos dos eventos es que hubo una avalancha de mensajes en redes sociales de sorpresa frente al deceso del actor y muy pocos durante los días que dejaron miles de civiles muertos durante los ataques a colegios y hospitales palestinos. Y ahí surge mi pregunta: ¿Qué pasa con la humanidad hoy?

Se aterran por una sola persona en el planeta, que por el motivo que fuera (depresión, deudas, enfermedad), decidió quitarse la vida y que está en todo su derecho de hacerlo, y no se conmueven con los niños que se quedan sin padres o por las madres que lloran a sus hijos porque un misil llegó y no les alcanzaron los 30 segundos de la alarma para refugiarse en un lugar “seguro”.

Y el mundo entero sentado en su cómodo sofá viendo lo que ocurre por tv, pensando que menos mal el destino no los puso en esa zona geográfica del planeta y dejando que la vida pase, algunos sin siquiera interesarse el porqué de esta guerra. Con una indiferencia como si la situación los ensuciara de inmundicia y sin voltear a mirar, al menos para comprender un poco este mundo loco en el que vivimos. Pero no. Su respuesta interna es: “a mí no me afecta”.

Cuando ocurrió uno de los grandes genocidios de la historia moderna que fue el intento de Hitler por exterminar a los judíos en la Segunda Guerra Mundial, podemos decir que la humanidad tenía una excusa. La excusa de no tener la información completa. De no saber con exactitud si todas esas cosas que se decían sobre los campos de concentración eran ciertas o no. Todo se vino a destapar después que Alemania perdió la guerra y llegaron a los famosos campos. Pero mientras todo se desarrollaba, en Europa sabían sobre la guerra y algunos países más que otros. Por estos lados de América del Sur en el pequeño país llamado Colombia, las noticias eran mucho más escuetas y daban información general. Al fin y al cabo éramos un país tercermundista que en nada le afectaría. Muy parecido a lo que algunos piensan ahora sobre la situación de Gaza.

Pero hoy la humanidad no tiene excusa. Los gobiernos no tienen excusas y menos los organismos multilaterales y específicamente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Para qué fueron creados sino para intervenir en casos como este y que una guerra de tan grandes proporciones se pueda evitar?

Hoy tenemos autopistas de información: Noticieros que reportan al instante, redes sociales donde los mismos afectados suben videos, publican fotos de la barbarie y piden ayuda. Pero no. Seguimos haciéndonos los de la vista gorda y que no es con nosotros.
 
Tomado de www.gestion.pe



Para resumir cifras –que es lo más frío que los periodistas podemos mostrar, pero es la única forma de medir – van cinco semanas de ataques en los que han muerto 1.980 palestinos (en su mayoría civiles y muchos niños) y casi 70 israelíes (en su mayoría militares). También deja más de 10 mil heridos que no se pueden atender porque faltan más de cien tipos de medicamentos esenciales y los hospitales no dan abasto, incluso, el médico Belal Dabour explica al diario El País de España que muchas veces tiene que poner a una familia entera en la misma cama. 

Sé que usted, desde su escritorio no es mucho lo que puede hacer. Yo tampoco. Lo único que se me ocurrió fue escribirlo. Escribir cuan triste, decepcionada e impotente me siento.

No conozco a nadie que viva en Gaza, pero no tengo que ser palestina para sentir dolor, solo debo ser humana para saber que esto no está bien.

Si alguien que tenga el mínimo poder de intervenir en esta guerra, lo puede hacer y llega a sus ojos este escrito, no dude en hacerlo.

Y si alguien tiene la capacidad de explicarle a mi hijo de ocho años el por qué unos matan a otros, le agradezco. El día que me lo preguntó me remonté a Alejandro Magno para que fuera cogiéndole el hilo a la historia de la pelea por ese pedazo de tierra. Cuando pasé por los romanos, cristianos, cruzados, británicos que metieron mano, Estados Unidos que también, palestinos, hasta llegar a la actualidad, mi madre me voltea a mirar y me dice: “No le entendió ni la mitad”. En mi interior creo que algo le quedó. Quiero que él se entere en contexto de las cosas. Pero debo confesar que cerré la discusión con: “La gente que entra en guerra lo hace porque son una parranda de idiotas y en la mitad quedan unos que no tienen nada que ver, que son los que llevan del bulto”. Y punto pelota.

Pero más allá de la historia, más allá de los porqués, sé que mi hijo, que ve noticias siente el dolor por el otro que no conoce y me da un halo de esperanza.

Algo, algo se debe poder hacer. Yo por lo menos, escribo este mensaje en la botella dando mi solidaridad a los civiles palestinos, encerrados en esa franja y a los que el mundo les da la espalda condenándolos a muerte.

Bendito sea el destino que hizo que usted no naciera allí. ¿Verdad?

 

jueves, 3 de julio de 2014

Un equipo que unió a un país dividido en el que se vale soñar


Es increíble. Es increíble como una camiseta de una selección une a todo un país que hace menos de un mes estaba dividido por ideologías políticas a vísperas de unas elecciones presidenciales.


Recuerdo la primera vez que vi a Colombia en un mundial con una selección que fue muy buena. Fue en Italia 90 el día que le ganamos a Alemania con gol de Fredy Rincón en el tiempo adicional. Yo había metido el TV al baño y me estaba duchando con la cortina abierta para ver el partido. Era muy pequeña, tendría seis o siete años, pero mi pasión por el futbol fue inculcada desde los tres o cuatro.

Fue así, cuando de la mano de la voz de William Vinasco, grité ese gol con el alma y con voz de niña chillona. Brinqué, eché agua para el techo y no me lo creía.

Luego los vi en Usa 94 con un triste autogol que por desgracia, le costó la vida a un excelente defensa: Andrés Escobar, el caballero del fútbol.

Después, en mi adolescencia, los vi en Francia 98 y recuerdo esa mañana reunida con mis amigos en la casa de mi primer noviecito, ver a Faryd Mondragón enjuagado en lágrimas por no pasar de la primera fase de grupos. Lloró con el alma. Yo también lo hice.

Durante mucho tiempo no existió ningún 10 sino Valderrama. Nadie lo podía superar. No existía arquero que me inspirara tanta confianza como Córdoba y para mí Leonel Álvarez era el que demostraba el carácter del grupo. Tenía que hacer un salpicón de las selecciones que había conocido. Hoy siento que ese salpicón se acabó.


Siento que tenemos un equipo completo. Un equipo, equipo. Que va más allá de los individualismos, son amigos, compañeros, no quieren brillar con luz propia sino quieren ser una constelación de estrellas que brillen muy muy fuerte entre todos.

Tenemos a un cerrojo seguro  en portería, un hombre que con sus manos nos ha salvado de muchas: David Ospina. El que se para bajo los tres palos para asegurar que no nos anoten goles. Con él volví a creer en los arqueros colombianos y ahora inspira a mi hijo que quiere ser arquero de futbol.

Tenemos a nuestro Ministro de Defensa, Mario Yepes. La experiencia y el polo a tierra del equipo. Experto en barridas. Un hombre centrado que con su liderazgo se ha ganado ser el capitán.

James Rodríguez; el mejor diez del mundo mundial. Unos dicen que es el mejor nueve disfrazado de diez. Determinado y con un pensamiento colectivo que demuestra en cada partido. El mejor gol del mundial. El mejor jugador de la Fifa en la fase de grupos. El que lleva más goles anotados, cinco en total. El más de los más.

Mi favorito: Juan Guillermo Cuadrado. Con esos churcos hermosos, se pasea de lateral, hace pases acertados, gambetea como ninguno, ese movimiento de cintura, asusta. Ágil con los pies y aguanta los golpes que sean. Si tiene que ir por derecha lo hace, pero por izquierda, también. Desequilibra a cualquiera y tiene excelente velocidad. Lo confieso. Lo amo.

Y qué seríamos sin la alegría de Pablito Armero. Aparte de ser la banda izquierda, es potente y habilidoso y es quien arma las ya reconocidas celebraciones de baile de la selección. Porque aquí se juega como se baila.

Zapata, el perseverante que ha hecho carrera en la selección desde sub 17; Valdés, fuerte en el juego aéreo; Zúñiga, disciplinado en la marca; Guarín; vocación de ataque; Aguilar; criterio para manejar el balón; y Sánchez, el destructor del juego rival.
Gracias a todos: a la gacela Ibarbo, a Camilo Vargas, que aunque no ha estado en campo se mereció estar allí, a Arias, Eder Álvarez, Mejía, Quintero por su frialdad al definir ese gol, Carbonero, a Jackson por los dos pepazos contra Japón, Bacca, Ramos y Teo.  

Gracias a Falcao, que aunque no pudo jugar siempre ha sido y será un ancla en la selección. Este no pudo ser tu mundial, pero tienes talento de sobra para seguir brillando. En Rusia nos desquitamos.

Gracias a Mondragón, porque la última vez que lloramos juntos fue en la eliminación del 98. Este años lloramos juntos al batir un récord en un mundial.

Pero ese equipo se pudo formar como lo que es gracias a un argentino, un hombre ordenado, que llegó con las exigencias necesarias para los jugadores, con su cuerpo técnico y sin pretensiones más allá que las de rendir para llegar a un mundial. A Pekerman lo escuché una vez diciendo que su objetivo era jugar siete partidos en el mundial, pero este hombre va para los ocho que se los pela. Un líder para mostrar.

Con todo esto, entonces, ¿cómo me piden que no sueñe?, ¿Cómo me piden que le explique a mi hijo mis lágrimas del sábado de alegría porque jamás había visto a Colombia en cuartos de final?, ¿Cómo me piden que no sueñe con sacar a Brasil del mundial donde son sede, si tenemos chicos centrados, maduros y profesionales que me ponen a soñar?

A mí no me digan que no sueñe. Eso es gratis y sueño con que mi selección Colombia levante esa copa mundial, porque no veo otra selección que se lo merezca tanto como esta.

Si no llegamos a la final, no importa. Para mí ya me dieron el mejor regalo del mundo. He celebrado y gritado todos los goles. He sufrido, me he vuelto la más creyente orando para que el tiempo termine rápido. He peleado mentalmente con Pekerman porque me saca a Cuadrado de los partidos, he lavado la camisa más veces seguidas que en muchos años, he asistido a juntas directivas con la camiseta de la selección y he boliado bandera desde el carro como nunca antes.

Yo ya les doy las gracias. Gracias por ponerme a creer nuevamente, gracias por unir a un país dividido, gracias por darnos tanta felicidad para celebrar, por demostrar que la alegría y el salero colombiano se lleva en las venas, por jugar como se baila  y por reactivar ese orgullo de ser colombiana.

Para mí,  ya todos son unos héroes.               

Para cerrar les dejo un video hecho por el realizador de Telepacífico, Mauricio Moreno: ‘Colombia: El sueño de una nación por conquistar la gloria’.... Porque se vale seguir soñando

Un video emocionante!!!!

viernes, 13 de junio de 2014

Para atrás nunca más



Por estos días recordé un episodio que viví en mi Universidad cuando estaba estudiando Comunicación Social.

Yo estaba en octavo semestre de estudios, corría el año 2005 (eso suena como a viejita) y el gobierno de Uribe estaba empezando a estructurar la ley, que por entonces se llamaba ‘Ley de justicia y reparación’. Mi profesor de Ciencias Políticas, organizó un debate para conocer los conceptos de la misma desde las diversas partes. Los invitados eran: Luis Carlos Restrepo, el entonces, Alto Comisionado para la Paz; Germán Vargas Lleras, entonces, senador uribista y uno de los colaboradores en crear el Partido de la U; Gustavo Petro, senador de izquierda y siempre opositor; y su servidora, en representación de los estudiantes.

Petro nunca llegó, -en ese momento sería quien pusiera la balanza equilibrada- y yo me encontraba sola, frente a un auditorio lleno, con el Osito a mi izquierda (cosa paradójica) y Vargas Lleras a mi derecha. Ambos le apostaban a la Ley. Yo no.

Yo con escasos 21 añitos sentada en la mitad, di a grandes rasgos el siguiente argumento: Es imposible que hagan una ley de víctimas sin un reconocimiento al conflicto interno armado. Sin ese reconocimiento, ante leyes internacionales, tampoco existirán víctimas.

Obviamente, mis otros dos opositores de debate y con mucha más cancha que yo en esos estrados, me dieron sopa y seco. Pero mantuve mi posición. Luego ese fue un eje fundamental para realizar mi Tesis de grado: la negación del conflicto en Colombia.

La semana pasada escuché al presidente - candidato Santos, dando este mismo argumento a su opositor Oscar Iván Zuluaga en el debate de la FM. Le dijo que si él decía que le importaban las víctimas, no podía negar el conflicto, porque sería desconocer a las víctimas. Sentí un viaje en el tiempo.

Cuando Santos llegó a la presidencia, el reconocimiento de un conflicto abrió las puertas a un verdadero proceso de paz. Si nos reconocemos es posible avanzar, avanzar algún lado, pero avanzar, por lo menos a dejar la negación de nuestros problemas.

Para la primera candidatura como presidente  yo no voté por Santos. Obvio, representaba a Uribe. Pero me sorprendió cuando una de las primeras cosas que hizo fue reconocer el conflicto. Me sorprendió cuando tumbó el proyecto que pretendía manejar la Fiscalía y estableció un respeto por la división de las ramas del poder público… y así me ha venido sorprendiendo gratamente hasta ahora.

Por cosas de la vida y de trabajo, he tenido que viajar a poblaciones donde de verdad he visto la miseria y la pobreza, pero son lugares a los que se les está intentando cambiar el semblante. Con mi trabajo otorgamos casas a personas que jamás hubiesen podido tener una, víctimas desplazados por la violencia o por ola invernal, familias que tenían el piso de sus ranchos en tierra, su techo con láminas de zinc o plástico y sus paredes de tabla y cartón. Una vez le pregunté a un señor de qué estaba hecha su casa y me contestó que tenía tantos restos que no sabía. Su alegría era que ya tenía una casa digna para él y su familia.

Me he encontrado con niños que no tenían ni idea que era hacer sus necesidades en un baño o bañarse en una ducha. He visto como ahora se les lleva agua a las casas de los que jamás pensaron ni tener un baño y acueducto donde se lo habían robado hasta nueve veces.

Hoy creo en un proceso de paz, que aunque se realiza en medio de un conflicto, hemos logrado avanzar como nunca antes se había hecho en Colombia. Con puntos claros en la agenda, de los cuales se han terminado tres y que luego serán refrendados por la ciudadanía.

Entiendo que la paz va mucho más allá de firmar un acuerdo en una mesa. Entiendo que paz es justicia social con educación, salud, infraestructura, entre otras necesidades, y sé que aún falta mucho, pero créanme que estoy viendo avances. Se está mirando por fin al pueblo.

No vivimos en Suiza. No estamos perfectamente y falta mucho por hacer, pero votar por Zuluaga representa un retroceso abismal. Un retroceso a no reconocer el conflicto, a volver a invertir dinero en la guerra, el cual es un negocio igual o más rentable que el narcotráfico, volver a los miedos de políticos opositores, sindicalistas y periodistas a que les intercepten ilegalmente sus llamadas y correos, y que nadie pague por eso.

Zuluaga, puede que sea una persona brillante en materia económica (y tengo mis dudas), pero para nadie es un secreto que la sombra y el verdadero poder se oculta en Álvaro Uribe Vélez.

Fueron ocho años de incertidumbre, de tener una agenda internacional enmarcada por terrorismo y drogas, de peleas con los vecinos y de intransigencias. Los de derecha apelan con su único argumento que se podía viajar por carreteras a fincas imaginarias que ni siquiera pueden comprar. Pero en política internacional, en salud, en educación, fuimos para atrás, todo por estar centrados en una guerra.

Mis abuelos fueron sacados del pueblo por ser liberales a comienzos de los años 60. Ana María Aldana, mi abuela, mi madre y yo, no hemos visto un país en paz. Creo que es momento que mi hijo lo pueda hacer. Eso es lo que más quiero. Una paz negociada, para que luego podamos invertir con fuerza en política social.

Confieso que tengo miedo; pánico que quede Zuluaga como presidente. No quiero la seguridad democrática falsa amparada en grupos paramilitares en toda la extensión de la palabra (no autodefensas), no quiero más guerra y odio, no más parapolíticos, no más disputas con vecinos, no quiero chuzadas, no quiero más casos como los de Agro Ingreso Seguro, no quiero que los impuestos se vayan a comprar balas, no quiero retornar a un desempleo del 14.6%, no quiero tener como presidente alguien que ayudó a constituir la fatídica Ley 100 y que contribuyó con la Ley 50, que dentro de sus puntos está quitarle las horas extras a los trabajadores y colaboró con la creación de empleo informal y a profundizar la cultura del rebusque.

No quiero estar con alguien, cuyo jefe político sacó unos TLC mal estructurados que arruinan al campo, no quiero estar con quienes aumentaron el IVA del 8 al 16 % en la canasta familiar, no quiero más aumento a los combustibles, como la exagerada cifra (200 %) que se repuntó cuando Zuluaga fue Ministro de Hacienda.

Seguimos siendo un país desigual. Pero he visto como se está tratando que acabar con esa brecha. Yo quiero un país donde la única guerra que se libre, sea la lucha contra la pobreza y tengamos presupuesto para hacerlo.

No entiendo, cómo muchos colombianos siguen apoyando la política de Uribe después de todo lo que se le ha sacado a la luz pública. Dentro de los que trabajaron con él están dos prófugos de la justicia con Circular Roja de Interpol; Luis Carlos Restrepo por falsas desmovilizaciones (y quien me ofreció trabajo ese día en el debate y afortunadamente dije que no) y María del Pilar Hurtado por las chuzadas del DAS. Condenados: Salvador Arana, César Pérez, García, José Miguel Narváez, Jorge Noguera, Dilian Francisca Toro, Andrés Peñate, Sabas Pretelt y Flavio Buitrago. Investigados: César Maurico Velásquez, Edmundo del Castillo, Santiago Uribe, Juan José Mosquera, Diego Palacio, José Obdulio Gavira, Bernardo Moreno, Mario Aranguren, Manuel Cuello y Luis Camilo Osorio. Imputados: Piedad Zucardi y Luis Felipe Arias. Extraditado: General Santoyo.

Quizá se me queda alguno por fuera, pero todos trabajaron para Uribe y él está tranquilo y campante, incluso, el pueblo lo eligió como senador.

No entiendo como personas como María Fernanda Cabal y sus secuaces alimentan esa mente anquilosada que representan. Donde no existe un respeto mínimo a la diferencia, donde la única familia que existe para ellos es hombre con mujer y con la bendición de Dios, donde la moral raya con la dictadura. Personas como ella, como Uribe, como José Obdulio, en definitiva, como Oscar Iván Zuluaga, nos regresan al pasado medieval donde las cosas se hacen porque así es y es una orden. Donde el espacio al diálogo no está abierto, donde si se piensa diferente, se juzga y se persigue.

Por eso, este escrito no pretende generar odios. Mi mejor amigo es Zuluagiuista y Uribista a morir. Discutimos con argumentos diversos, pero sabemos frenarnos, porque existe algo mucho más grande: el amor que  nos tenemos, y yo no voy a perder un amigo porque piense diferente a mí.

Pero con este escrito pretendo convencer a muchos que la opción este domingo debe ser la paz. Muchos dicen que ambos son corruptos, politiqueros y de derecha. Si lo creen, vale. Pero las cosas ya están dadas para cualquiera de los dos, Santos o Zuluaga, sea el mandatario. No hay más opciones. 

No se abstenga de votar. El voto es el arma que poseemos para escoger lo que queremos como democracia. Sólo les pido que evalúen, si no saben lo que quieren, si los candidatos no los convencen, respóndase “¿Qué es lo que NO quiero para mi país?” y salga a votar el domingo.

Mi voto, irrevocablemente, será por la paz. Porque le creo.



           




viernes, 7 de marzo de 2014

¿Quién carajos quiere tener éxito?







“Mi novia es joven, ejecutiva y exitosa”, decía un amigo en medio de una cena.
Usted, ¿qué se imaginó cuando leyó esto? Una mujer divina, delgada, perfecta, elegante, con un puestazo impresionante lo que deriva en billetera importante, carro, buenos lugares y lujo. O más o menos eso fue lo que mi mente recreó en ese momento.



¿Eso es el éxito? (Y no falta que alguien salga con que el Éxito es un almacén de cadena, lo cual está muy trillado).

Buscando definiciones, encontré una que me pareció concreta y pertinente para lo que voy a exponer. Éxito: Con origen en el término latino ‘exitus’ (“salida”), el concepto se refiere al efecto o la consecuencia acertada de una acción o de un emprendimiento.

Consecuencia acertada de una acción. Pare de contar.

¿De dónde sacamos que el éxito es sinónimo de dinero, o de poder, o de dinero y poder?

Lo digo por experiencia propia y por el discurso que he ido cambiando a través de mis años, que aunque pocos (jajajajajaja) algo me han enseñado.

Trabajo desde que tenía 17 años. Mi carrera siempre ha estado por delante, incluso, por delante de mi familia. Traté de escalar rápido y lograr cierta comodidad social, y creo que hasta el momento se ha logrado.

Mis prioridades eran: Primero yo; segundo, Dios; tercero, mi hijo; cuarto, MI CARRERA, luego, mi chico; después, mi madre; y de ahí pa’lante el orden de los factores no alteraba el producto. La cosa ha cambiado.

Mi maestría la hice, primero, por una satisfacción de aprender, de conocer mundo y abrir mi mente; y en segunda instancia, porque en ese momento de mi vida, me sentí estancada y no podía seguir el camino de “éxito” que me había trazado. Era necesario ‘avanzar’.

Cuando viví en España, recordé cuando empecé a pagarme mi carrera universitaria. En ese entonces, yo tenía 18 años y vivía arrancada de dinero, aunque en casa con mi madre. Luego de 12 años, había retornado al mismo nivel de falta de dinero pero con la diferencia de estar a la porra de kilómetros de distancia, sin mi hijo y sin hotel mamá.

Para irme, vendí todo lo que tenía, saque un crédito al diablo (al ICETEX) y me fui a crecer.

Cuando conseguí trabajo en España, viví con 620 euros al mes, de los cuales 120 eran bonos de restaurante. Y debía mantenerme allá y mantener mi casa en Colombia. No me pregunten cómo, pero lo logré.

Vivía en una habitación pequeña con 8 roomates en el mismo piso. Era una locura! Pero fui muy muy muy feliz!!!!!!

Al regresar, encontré trabajo rápido en Colombia. Y un muy buen trabajo en un cargo directivo con gente muy competente. Sentía que el esfuerzo había valido la pena, así estuviera (y sigo) endeudada hasta el cuello.

Pero la felicidad se deshizo. Tenía todo lo que soñaba. Relativamente era como la novia de mi amigo “joven, ejecutiva y exitosa”. Pero algo faltaba… ¿La razón? Lo tajante de la verdad: no era feliz.

¿De qué me servía ganar bien, que me dijeran “doctora” y tener un cargo reconocido, si vivía estresada, con el ceño fruncido y con el tonito golpeado todo el tiempo?

Me di cuenta el día que estaba almorzando con uno de mis mejores y me dijo: “Pine: te veo mal, rara… con decirte que casi ni sonríes”. Entonces, caí en pánico.

La segunda alarma me la dio mi sabio cuerpo. Me empecé a enfermar muy seguido y sin razón: mareos, dolores, malestar.

Fue en ese momento en qué me dije: “Y para qué lo hago. ¿Esto es el éxito?, ¿Vivir para trabajar y no disfrutar?” La respuesta inmediata fue “no”. Me sentí más feliz en Europa cuando con poco hacía mucho.

En ese orden de ideas, para mí el éxito está profundamente ligado a la felicidad, la cual, sabemos todos, no es eterna, sino solo se manifiesta por momentos. Pero el éxito es lograr tener la mayor cantidad de esos momentos felices.

Así que a mí no me venga con que una mujer es exitosa si tiene dinero, un buen puesto, una empresa y una úlcera terrible por culpa de estrés. A mí no me diga que es un hit de mujer si no ve a sus hijos porque se la pasa trabajando.

El éxito es una vara que cada uno tiene y se la mide como quiere. Si para usted el éxito en su vida es ser madre de familia, ama de casa y hacer manualidades y es feliz haciéndolo; déjeme decirle, querida amiga, que usted es una mujer de éxito.

Si usted cree que vivir estresada, comprando cosas que no puede pagar para aparentar, y esa es su vida, pues querida amiga, también la felicito. Lo ha conseguido!

Mi éxito es ser feliz! Tener lo necesario para vivir y disfrutar la vida que el de arriba decidió prestarme.

Feliz día de la mujer a todas las que de un modo u otro, somos exitosas!