martes, 17 de mayo de 2016

LA MAGIA DEL PERDÓN






No sé si hayan visto la película ‘Intensamente’. Una amiga, al verla, me dijo que yo era igualita a Alegría. No la había visto, pero cuando vi la muñequita, asumí que era por esos ojos enormes y la sonrisa que siempre llevaba pintada. Pero la verdad, no soy Alegría por eso. Es por todo lo que ella es, sobre todo por sus ganas de encerrar a la tristeza para no dejarla salir.

Siempre he sido de las personas que no se deja llevar por las tristezas. Esa frase que dice “estoy depre” no hace, ni ha hecho parte de mi léxico. Para mí estar triste es una pérdida de tiempo. La vida es tan corta como para detenerse a estar triste que ni por mi cabeza pasa. Pero la verdad lógica es que no soy de piedra, me duelen las cosas. Pero lloro uno o dos días y pasó. Y hoy, 32 años después, acabo de descubrir el gran error de mi proceder.

Hace como un mes atrás empecé a sentirme triste. No sabía exactamente por qué. El amor no era. Ya había “pasado” eso que me dejaron y ya había hecho lo de siempre: llorar dos días y salió. 

Trabajo tampoco. Adoro mi trabajo, pero empecé a encontrar que ya no le hallaba el gustico y la pasión. Comencé a asustarme. 

La familia estaba OK. Mi hijo estaba juicioso como siempre, las discusiones normales pero nada raro. Hasta que un día reventé a llorar por una nimiedad. Me dijo a las 9:30 p.m. que necesita una impresión a color de no sé qué cosas de sociales para el otro día. Estallé. Después de un día terrible en la oficina, salí a esa hora de mi casa rumbo a la Comercial Papelera (la amiga fiel de todos los padres) y lloré todo el camino, en el local y de regreso. No quería entrar en la casa. Solo lloraba y no encontraba explicación. Llegué a las 11:30 p.m. con los ojos a reventar, con una tristeza infinita y sin saber exactamente por qué lloraba.

Y andaba arrastrando una tristeza que se me hacía estúpida porque en realidad no había nada por qué sentirme triste: Trabajo perfecto, familia divina – a nuestra manera-, deudas normales – nada para enloquecer-, novio no necesito y cualquier cosa salgo con amigos por ahí. Entonces, ¿qué carajos me pasaba? No encontraba sabor en la vida, nada, nada, nada, nada me animaba. Y yo jamás había estado así. En mi vida.

Un viernes, volví a reventar a llorar. Esta vez en mi oficina. Vi un video antiguo de mi ex marido y fue como abrir un grifo. No paraba.

Había escuchado hablar de la depresión. Que era una tristeza muy fuerte que te pesaba y no se iba. Pensé ir a un psiquiatra a ver si eso era lo que tenía. Podría ser. Había que descartar. O me podría decir que estaba loca por pensar que estaba loca. Hice lo que todo experto en salud hace: entré a Google a buscar síntomas de la depresión. Me sorprendí al ver que es una enfermedad como el asma o la diabetes que hay que tratar. Pero me confundí. Algunos síntomas los tenía, otros no.

En medio de mi preguntadera a mí misma, vino a mí algo que me dio la claridad de ver que a él, mi ex marido, jamás lo lloré. Mi separación fue un proceso largo, pero no tan doloroso (creía yo). Apenas me separé, apliqué mi estrategia infalible: llenar mi cabeza de proyectos, lecturas, salidas, viajes, mantenerme ocupada, aprender algo nuevo. Y me funcionó a la perfección. Eché lágrima algunas veces, pero la verdad. No fue nada.

    
Pero además de no llorarlo a él, no lloro a nadie, ni porque me dejan, o los dejo, o nos abandonamos o se muere. Ni por cosas. Por ninguna pérdida de nada ni de nadie. Para mí, nadie valía mis lágrimas.

Pero fue terrible darme cuenta que así había sido siempre. Murió mi abuelita, con la que viví mi vida hasta los 13 años y por más que sabía que estaba enferma me invadió una tremenda rabia con la vida y mi familia. Sí lloré. Pero los dos días reglamentarios y pasó. 

Me fije que en mi corazón había un gran cuarto de San Alejo lleno de tristezas. Cuando alguna llegaba, hacía una bolita y la lanzaba a ese cuarto, creyendo condenar ese episodio al olvido. Lo que no sabía es que ese cuarto tenía límite de llenado. Y un día no recibe ni una tristeza más.

Ese fin de semana tenía todos los planes del mundo. Pero no salí a nada. No tenía ánimo de nada. Solo mis libros, mis películas, mi vino y yo. Y recapitular las tristezas.

Sabía que debía empezar un duelo. Pero el pánico entró cuando me vi sin tener la menor idea de cómo llevarlo. Lo sé. Suena extraño y hasta estúpido. Pero es la verdad. Soy humana y no tengo idea qué se hace en un duelo.

¿Debía ponerme a llorar?, ¿no comer?, ¿vestir de negro?, ¿hacer un entierro simbólico de todo?

Qué cosa tan difícil esta de no saber expresar una tristeza. 


Lo primero que hice fue entender que la tristeza no puede ser tan mala como me la imaginé. Me tengo que permitir sentirla, asimilarla como una expresión tan humana como las sonrisas. No satanizarla. Pasé a la etapa de agradecimiento. Agradecer al universo que me dejó ver lo que en mí pasaba y agradecer por el lugar tan privilegiado en el que me encontraba.

Luego, me armé de valentía y traté de digerir los procesos donde era necesario el sentir tristeza. Identificados, fui a donde los directos implicados. 

Desde ese lunes siguiente me puse en la tarea de perdonar y pedir perdón. Perdón por pasar encima de la gente, perdón por no escuchar razones, perdón por ser tan egoísta y pensar solo en mí, perdón por ser tan dura, tan exigente, tan perfeccionista con los otros, perdón por destruir sueños.

Pero también otorgué el perdón a otros que ni si quiera me lo habían pedido. Los perdoné por usarme, por mentirme, por pisotear mi ego hasta lo más bajo, porque me llenaron de vacíos. Perdoné a los insistentes, a los excesivos, a los histéricos. No fueron todos, porque es un proceso largo de tristezas sin salir, pero en ese camino voy.

Y no saben, queridos, cómo mi vida ha mejorado.

Mi amiga lo había detectado hace tiempo. Yo no. Yo era Alegría. Y tal cual, así como en la película, y a esta edad, acepté que puedo vivir con tristeza y no todo puede ser color de rosa. Tarde, pero lo aprendí.


Permitirse sentir es una cosa humana maravillosa. El perdón es esa magia divina que nos hace mejores. Es soltar. Es ver las cosas con amor, rodear a los otros con una hermosa luz y seguir en paz adelante.

lunes, 29 de febrero de 2016

NECESITAMOS HOMBRES QUE TENGAN MÁS HUEVAS QUE NOSOTRAS



Hace poco me vine a dar cuenta que lo más importante que espero de un hombre que esté a mi lado es que, como condición, debe tener más huevas que yo.

Pueda que sea un pensamiento machista, pero qué pereza que en una relación sea uno la que siempre tome las decisiones, la que lleva la batuta y el otro se deje llevar… Y eso, si se deja.

Sí. Aún existimos mujeres que nos encanta que seamos tratadas como princesas. Así seamos princesas guerreras, pero al fin y al cabo princesas.

Así que en medio del exceso de feminismo, de ese “Yo puedo sola”, “no necesito de nada ni de nadie”, tenemos atrás unas ganas infinitas de ser consentidas y tener a alguien que nos proteja.

Bueno. Lo digo por mí. No sé ustedes. Pero yo tengo una bandera enorme de República independiente que a veces no me permite dejar ver si llega o no alguien maravilloso. Y sí, me gusta no depender de nadie para hacer mis cosas, pero a veces me gusta contar con alguien para hacer locuras o compartir el aire.

Y pensando en todo esto me pregunté por qué las mujeres atraemos hombres tan idiotas en nuestra vida, e incluso, los dejamos estar con nosotras por un largo tiempo. Algunas piensan que los pueden cambiar. Pero no. La noticia que ustedes no querían escuchar es que LOS HOMBRES NO CAMBIARÁN JAMÁS. En cambio, nosotras… TAMPOCO.

Luego, caí en la cuenta que tal vez muchas mujeres no sabemos de marketing y no sabemos vendernos. Nos metemos en la caja de los ‘sales’ y no en la vitrina de temporada y pues así, justamente, es lo que nos llega: el personaje en cuestión. Nos resultamos conformando con tan poco que nos quedamos ahí como pendejas.

Así que pensando en la persona que quiero que me acompañe, me di cuenta que la mujer que vale mucho, merece siempre algo mejor que ella. Y es que hay que ser exigentes. Así que hice una lista del tipo de hombre que TODAS nos merecemos. Si usted le quiere quitar o poner que sea a su antojo. Pero recuerde, llegará a usted el hombre que se merece directamente proporcional al amor que se manifieste a sí misma.


1. Que me genere mariposas en la panza, siempre: Últimamente he asesinado las que tenía a punta de alcohol y fue en defensa propia. Pero mientras dure el asunto, siempre deben estar ahí.

2. Que tenga más pelotas que yo: Vital. Que sea seguro de él y de mí. Uno ya está muy viejo como para andar criando culicagados que se orinan con el primer reto. Paraditos al lado de uno y que no los tumbe un viento frío. Porque pa eso yo me sostengo solita. (Vuelve la República independiente. Se los dije)

3. Que sienta una profunda admiración por él: Que lo vea y me enorgullezca de su intelecto, de su forma de ser, de hablar, de escribir, de vestir, de oler. Que pueda mantener una conversación de actualidad sin tener que explicarle absolutamente todo lo que pasa en el mundo. Que me enseñe cosas que yo no sepa. Que podamos hablar de extraterrestre, inventar historias o debatir sobre la guerra en Siria. No quiero nenés de primaria a quien tenga que arriar.

4. Que yo esté entre sus tres prioridades: Primero él y luego yo (dependiendo del caso e imaginando que no tiene hijos). Así en mi mundo estaré primero yo, luego mi hijo y después él. Compartir el tiempo que nos quede después de andar triunfando por ahí en la vida. Para andar rogando tiempo no estoy.

5. Que tenga libertad financiera: No pido un millonario (si llega no me molestaría). Pero ya no tengo 13 años para andar con planes adolescentes. Si yo quiero ir a cenar a un buen restaurante, me lo puedo pagar. Pero si quiero ir con él, él podrá pagar lo de los dos y luego invito yo. Pero no quiero andar pensando si tendrá o no para hacer planes. Igual, adoro los planes sin gastar un peso. De todito es todo rico.

6. No quiero ser la segunda jamás: ¡Dios me libre! Espero que jamás me llegue un hombre casado. No quiero ser la amante de nadie. Si usted ya decidió casarse, bien vaya donde su esposita y a mí no me joda. No quiero andar escondida entre las piedras. Y si estoy con alguien espero que se sienta orgulloso de estar conmigo. Que en lugar de ocultarme, alardee de mí porque se siente lleno de admiración por la mujer que tiene al lado.

7. Sí. Que sea guapo: No tengo anda contra los feos. Al contrario. Yo no he tenido novios feos. He tenido novios FEOS. Así con mayúscula sostenida. Y son geniales. Pero ya quiero uno guapo guapo. Que me den ganas siempre de estar con él. Que lo desee terriblemente. Que lo morbosee con perversión para no dejarlo ir nunca con ganas de nada.

8. Que adore a mi hijo: Fundamental. (Aplica, por obvias razones, solo a madres solteras).

9. Que no tenga como prioridad tener hijos: Hace poco un hombre se me fue porque yo no quería ni casarme ni tener hijos. Pero ¿qué les pasa a los hombres de hoy en día? Sienten que los está dejando el tren a los 30 años. (Aplica, para las que no quieren ser madres o no quieren volver a hacer el curso).


10. Que no sea celoso: Ni sea un ‘Drama Queen’, ni llore por todo, ni se moleste por bobadas. Que sea capaz de hablar en tono calmado y decir lo que no le gusta, dialogarlo y resolverlo. Para pataletas tengo a mi hijo. Y ni siquiera hace.


11. Que sea de lavar y planchar. Sí, lo pido con estilo y clase. Pero que si hay que dormir en un hotel cinco estrellas se comporte igual que si nos toca dormir encima de un costal. Que me siga el juego en mis locuras y vaya conmigo de viaje, armar planes rebuscado y que se creativo.

12. Que sepa jugar: Que su niño interior esté activo siempre así como su humor – preferiblemente negro-. Risas y bobadas al tope.

13. Que sepa volar: Si no sabe volar, pierde el tiempo conmigo. (Los que disfrutan la lectura saben a qué me refiero).

Tal vez me sobre algo o me falte mucho. Pero ya con esas características lo pido. Ustedes evaluarán. Pero chicas, ustedes y yo, tenemos al lado justo a los hombres que nos merecemos porque no aspiramos a más.

Ok. Y para terminar les dejo la perla para reírnos un poquito con un retro súper retro. Para que vean que en los 80’s o 90’s también buscaban uno más o menos así.





miércoles, 28 de octubre de 2015

A #MiMejorDescubrimiento




Nada como ese sentimiento visceral que crece sin llamarlo. Esas mariposas que se sienten en la panza porque sí. Creí que nunca lo iba a sentir nuevamente.


Así llegó, una noche. Bueno, varias. Apareció como el que menos me esperaba, al que veía porque el destino nos juntaba por actividades establecidas que se cruzaban y ni atención le prestaba. No me percataba que estaba ahí. Era el gracioso, el que nos hacía reír a todos, y yo, como raro, le hacía la segunda con mis chistes flojos. Nada más.

VIERNES 10:00 pm (Mensaje de WhatsApp)
Me escribe él:
-          Hola.
Mi cara de: “¿Quién me habla?”. Ubicación por scanner de rastreo en mi cerebro. Mientras llega quién es o de dónde lo conozco. Contesto un seco – Hola.
-          ¿Cómo estás?
Ya lo había ubicado y mentalmente fue como un: “pffff (esa expresión que tanto detesta), ¿este man que hace escribiéndome un viernes a esta hora?
-          Bien. Contesté.
Preguntó cómo estaba. Yo, como raro, de fiesta. Finalmente, me dijo que le avisara al llegar. Raro, pensé. Pero, al final de la noche algo me hizo enviarle un mensaje de voz:
-          Como pediste, aviso. Llegué bien.
No fue más.

Después de invitarme mil veces y de yo sacar el cuerpo otras mil, al fin le dije, que por motivos de agenda, solo tenía un martes a la noche. Propuse plan alitas y cerveza. Llegué con la misma ropa de trabajo, sin retoque de maquillaje y cara del cansancio del día.

Y ahí algo extraño pasó. Después de verlo tantas veces, de cruzar palabra como con cualquier parroquiano, la boca del estómago me dijo que ahí había algo. Algo que no sentía desde que tenía 17 años aproximadamente.

La cita duró hasta las 3:00 de la mañana que nos sacaron de una tienda de barrio porque nos bebimos todas las cervezas del mundo mundial. Me contó cosas que me dejaron azul, yo otras que lo pusieron rojo.

Al otro día moría por verlo. Ya sin el licor y a sabiendas que esto era una de las cosas más difíciles que podía hacer. Meterme con él.

Siempre me preguntaban por qué no lo mostraba. Por qué no aparecía en ninguna de mis redes, ni el nombre, ni un taggeo, nada. Era como un fantasma. Los chistes, comentarios, interrogatorios no se hicieron esperar: es casado, decían unos; es gay, es su mejor amigo, es muy feo y le da pena, es muy guapo y no quiere que nadie se lo quite, es famoso, es el hijo del presidente. Hubo para sentarme a reír a base de especulaciones.

Y ahí estaba. Mi Mejor descubrimiento. De ojos grandes. Alto. Ahí siempre estuvo y no lo había visto. Hasta ese día el mundo se volcó.



Y luego descubro, extrañamente, que mi mejor descubrimiento no es él. Siempre pensé que así era. Lo pensé cuando nos fuimos de paseo con mis amigos y me divertí tanto. Lo pensé cuando nos quedábamos eternidades hablando pendejadas. Lo pensé cuando me mostró esa parte tan oscura que cualquiera podría avergonzarse, y decidió mostrármela toda entera a mí, arriesgándose a que yo saliera despavorida. Pensé que era él mi mejor descubrimiento cuando nos fuimos a Providencia a internarnos en el paraíso ocho días, solos, sin internet, sin teléfono, viéndonos las caras siete días 24 horas y todo fue perfecto. Es más, queríamos más.

Lo pensé muchas veces. Él era mi mejor descubrimiento. Pero eso no era lo que tenía que descubrir. Tenía que descubrirme a mí. Y ahí estaba yo. Amando. Simplemente eso. Dando. Dando sin restricción, sin miedo, sin temor, metida con patas y manos hasta el fondo. Siempre me guardaba algo, era mi costumbre, nunca me comprometía con nada, con nadie, siempre dejaba puertas abiertas por si algo pasaba, por si no funcionaba, por si algo ocurría, por si me dejaban, por si me aburría, por si se nos acababa el impulso. Siempre mi amor era por partes, racional, pensado, calculado, milimétrico.
Con esa coraza que siempre tenía y que solo me la pudo quitar una persona con mucho esfuerzo, tiempo, años y trabajo.

Me sorprendí soñando cosas, me sorprendí siendo paciente. Me encontré no botando a la caneca lo que no me sirve, porque siempre sé lo que quiero y si no es como lo quiero digo un fuerte: “NEXT”.
Me descubrí creciendo, creyendo, confiando.

Para ese mejor descubrimiento solo tengo un eterno gracias. Yo no sé qué pase de acá a mañana. No sé si sigamos en esta aventura o cojamos cada uno por su camino. Pero pase lo que pase de aquí en adelante solo tengo que estar agradecida. Creo que no sabe ni qué hizo ni cómo lo hizo. Yo tampoco.

Sabemos que si seguimos son mil obstáculos los que vienen por delante. Cómo siempre me ha gustado. ¿Qué camino escoger para mí? Es obvio. El más difícil. Él ya lo sabe.

El volver a sentir es uno de los regalos más maravillosos que me han dado. Y cuantas veces tenga que hacer lo que tenga que hacer para volver a sentir, lo volveré a hacer. Porque soy humana, porque crezco enfrentándome con cosas que no puedo manejar aunque me dé rabia.


Amo que mi mejor descubrimiento haya sido yo misma.https://ssl.gstatic.com/ui/v1/icons/mail/images/cleardot.gif




domingo, 18 de octubre de 2015

Vote Smart



Amo a mi ciudad Bogotá, pero desde tiempo atrás la veo mal trecha, usada y trajeada como una prostituta que todos usan y dejan botada.

Atrás quedó esa capital que era impulsada, donde era rico andar en bici y el Transmilenio parecía una buena opción para moverse. Pero de un momento a otro todo ese progreso y proyección se detuvo. Yo tuve la culpa de ese retroceso. Tengo la vergüenza de decir que le confié  Gustavo Petro mi voto y me equivoqué. Esa equivocación, junto con la de muchos, nos costó ver a Bogotá como está ahora. Y públicamente quiero ofrecer excusas por mi desacertada decisión.

En ese momento hice un voto programático, más no inteligente por contexto. En mi familia, sobretodo mi abuela, me enseñó el valor infinito del sufragio y la oportunidad que tenemos de decidir. Me enseñaron que no había que tragar entero y leer todos los programas. Debo también confesar que mi familia es la mayoría de izquierda desde tiempo atrás (el bisabuelo Rafael tenía libros escondidos y adoctrinaba sobre el Leninismo y el Marxismo) y esa influencia la tenía marcada. Pero también tengo que decir que las personas podemos cambiar de opinión, y yo lo he hecho.

En ese orden de ideas, el programa que más me convenció fue el de Gustavo Petro: era coherente, lo leía ordenado y tenía un buen concepto de él por su labor como senador. Le di mi confianza y me defraudó. A mí y a otros tantos millones de bogotanos.

El próximo 25 de octubre tendremos una nueva oportunidad de escoger a alguien que, junto con su equipo, puede hacer que la ciudad retome el rumbo que creemos perdido.

Sé que el voto es secreto, pero nuevamente, como lo hice con las elecciones presidenciales expondré por qué no votaré por algunos candidatos y expondré la que, a mi juicio, es la mejor opción, no solo por programa, sino por su entorno político y ético.

No votaré por Pacho Santos por la sencilla razón que está respaldado por Álvaro Uribe y su Centro Democrático, partido que si bien, tiene una bancada juiciosa en el Congreso, está compuesto por personas de dudosa ética, como el líder que los representa. Para nadie es un secreto que ese señor y yo JAMÁS tendremos nada en común, excepto eso de trabajar, trabajar y trabajar.

No votaré por Clara porque es una continuidad de la mala política de Gustavo Petro, porque si bien es una mujer capaz e inteligente, está muy mal rodeada. Su grupo político tuvo mucho que ver con el desfalco de Bogotá y creo que es increíble que no supiera nada del ‘Carrusel de la contratación’ que tanto dinero hizo perder a los bogotanos. Hay que tener en cuenta que no podemos ser caudillistas y una sola persona no va a ser la salvadora de nuestra ciudad. Los alcaldes trabajan con un gabinete y ella dirigirá con la gente del Polo. ¡Que Dios nos libre! Además, ese discurso pendejo de “mujer vota mujer” y “palabra de mujer” que me lo empaquen. Yo soy mujer y mi voto no será por el simple hecho de género. Si fuese una mujer bien rodeada y con otras propuestas mi voto sería por ella. Pero no. Lo siento. Yo no quiero más de lo mismo para mi ciudad.

Mi voto no será para Enrique Peñalosa por varias razones:
1.       Creo que es una prostituta política. Se va con el mejor postor sin importar quien sea. Uribe, Petro, Mockus. El que sea con tal de llegar. Me da miedo que nos venda a cualquier extremo de derecha o de izquierda. Bogotá no puede seguir siendo polarizada.
2.       Porque siento que Bogotá es como su última opción. Lo intentó a la presidencia y como no pudo se fue al congreso, como no alcanzó al umbral, pues intentó otra vez con Bogotá. Es como si fuera la novia fea que le tocó.
3.       No estoy de acuerdo con hacer nuevamente los diseños del metro. Eso sería un retroceso.

No obstante a estas tres razones de por qué no le doy mi voto a Peñalosa, no me molestaría que quedara de alcalde. No hay que negar que es un conocedor de la ciudad, tiene grandes personas a su alrededor y es un muy buen gerente.

En ese orden de ideas,  mi voto será por Pardo. Quiero una ciudad organizada, es un tipo sereno, sensato y buen urbanista. Es un man parado. Que desde un primer momento aseguró que no se iría con nadie y lo ha mantenido. Estudioso, bien relacionado y con propuestas coherentes. Es un tipo que tiene la economía de ciudad en su cabeza y sabe la importancia de las empresas como movilizadoras de empleos y calidad de vida.

A pesar de su falta de carisma política, es un hombre con la mente abierta y que parece saber escuchar. Y a pesar de su serenidad es capaz de decir las cosas como son y por su nombre. Frentero, como me gustan. Decente, como también los prefiero. Con una carrera política loable y, al parecer hasta el momento, transparente.

Propuestas como convertir a una ciudad que funcione las 24 horas hacen que la ciudad pueda volver a mirar adelante. La fuerza que le quiere dar a la primera infancia y a los jóvenes me parece global así como su obsesión por hacer una ciudad más equitativa e incluyente contando las razas, géneros y preferencias sexuales.

En materia urbana, conceptos como los ecobarrios me parecen un hit, la colaboración de todos para el mantenimiento paisajístico; la política ambiental, como otras, da poder ciudadano y participativo. Toda su propuesta está basada en la participación y colaboración de todos los ciudadanos, lo que implica que todos tendremos que trabajar y eso me gusta. De los 199 puntos de su propuesta, hay algunos que no me suenan, pero con la gran mayoría estoy de acuerdo. Por eso, mi voto será por Pardo y esta vez espero no equivocarme.

Bogotano, lo invito a que entre a las páginas web de los candidatos, los lea y mire el entorno de cada uno y luego usted, solo, con su almohada, decida cual le parece mejor para nuestra ciudad. No vote por lo que digan las encuestas, no vote porque le da pereza informarse y vota porque su mamá o su marido votará por perencejo.

Siento decir esto pero no haga solo un voto por programa, eso no es suficiente. Mire las personas que lo rodean, mire su actuar político pasado, tenga memoria, investigue. Vote Smart. El poder siempre ha estado en sus manos. Este 25 de octubre vote y rescatemos a esta princesa que merece ser rescatada. Bogotá.




martes, 28 de abril de 2015

Cuando dejas ir al hombre perfecto



Solo se necesita de un segundo para que la vida te cambie. Solo necesitas tomar una pequeña o gran decisión para que la vida te de un vuelco total.

Después de dar 458 mil vueltas en mí cabeza tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida: dejé ir al hombre más maravilloso del mundo. Lo saqué. Por su propio bien.


Lo curioso es la cantidad de cosas por las que he pasado desde el momento en que salió por la puerta de la casa para dejar de vivir juntos después de siete años de aventuras.

Ya ha pasado más de mes y medio de estar separada. Y yo, como imperfecta que soy, tengo un efecto retardado que me caracteriza que empieza a ser evidente, sobre todo los domingos a eso de las 5:00 de la tarde, cuando entra un desespero por ir a cine, pedir una pizza o ir a La Calera a ver la cuidad. O cualquier cosa que te haga olvidar que ya no tienes a alguien que te arrunche los pies.

Pero el hecho que lo extrañe, no implica que vaya a salir corriendo por él. El hecho que lo extrañe, no implica que me voy a meter con el primero que me haga ojitos. El hecho que lo extrañe, no implica que me voy a morir. No. Mi amor propio es tan grande, que prevalece ante todo eso.

Justamente eso me preguntaron hace días. Que si mi extrema “independencia” no me había traído muchos problemas. A lo que respondí que a mí no tanto, pero a los que se metían conmigo, tal vez, por no saberla entender.

También se presenta un fenómeno paranoramal que radica en que a medida que se van enterando que ahora estoy ‘sola’, tienen a aparecer todos en manada, como si el hecho de estar soltera significara que estoy buscando a alguien. Como si buscara esa media naranja para hacer un jugo, cuando no comprenden que esta naranja está completa tal cual está.

No obstante, es interesante ver el fenómeno sociológico, del cual uno se convierte en una mera espectadora para ver una serie de reacciones extrañas.

No falta el que siempre te buscó y sí; algo había, ese gustito y coqueteo que jamás se formalizó, pero cuando ven que puedes estar dispuesta, se cagan del susto, se enconchan y desaparecen, como si el atractivo radicara es que estabas con otra persona. A ese le dije que me iba a tocar buscar un nuevo marido para llamar su atención. Así que ese: Check!

Luego está el que te vende la idea que va a ser un parcero eterno: “Mira, acá solo vamos a disfrutarnos” (pueden poner voice over sexy en su cabeza) “Nada de compromisos, no te quiero para casarte. No por lo menos durante este año. Así que pase lo que pase, vamos a ser parceros y siempre la verdad” ¡Ja Ja Ja! 

Vale, vamos a jugar a eso a ver cómo es que va a salir.

Preguntó cosas. Contesté con toda la sinceridad de la vida. Como siempre. Lo que no entiendo es ¿cuál es el fin de preguntar pendejadas a lo cual la respuesta no les va a gustar? ¡No pregunten! Después de mi respuesta cruda ante una realidad en extremo, se alejó como alma que lleva el diablo. Check!

Está el que se acerca de a pocos. Que tiene detalles sencillos. Los de “ven por un abrazo”, preguntan como amaneces, te dejan besos virtuales los cuales recibes apenas te despiertas (Tipo 5:30 a.m. con un: “Este beso es para la frente cuando amanezcas”) y uno apenas hace un “Ayyyy, pero qué tierno” y se pregunta simultáneamente: “Vamos a ver cuánto le dura”. Esos no me preocupan mucho: uno está por las Europas, y los otros no les doy más de un mes hasta que se cansen de pedalear y se den cuenta que como buena consentida, yo me dejo consentir.

Está el que es casado y aun así va buscando el terreno para hacer algo. Pero no señoras. Más allá de las cuestiones éticas y morales que me pesan (aunque no lo crean) es porque, así me encante el tipo, me derrita y escurra baba, eso al final no irá para ningún Pereira. Y no es porque lo quiera para casarme, pero eso de esperar a que me dedique tiempo, esperar con el digiturno a que me toque, como que no es para mí. Check!

                                              

Está el que me ha encantado toda la vida. El que si me llega a decir que nos vayamos a vivir a Indonesia, lo hago a ojo cerrado. Del que salí huyendo despavorida porque me compró un cepillo de dientes para tener en su casa. A esa tierna edad (23) era como si me propusieran matrimonio. Y lo dejé ir.

Además, porque es de esos tipos que me chiflan: complicados, inteligentes, enredados, ensimismados y solitarios. Es decir, la perdición total y fracaso seguro. A ese le dije de una buena vez lo que quería con él. Hacerle el amor hasta la perdición y si se puede hacer otro tipo de cosas, ¡chévere! Fue algo así como: “¡Ah! Y aprovechando mi racha de sinceridad, quiero decirle que no solo lo quiero para tener sexo. Ese se encuentra en cualquier parte. Eso sobra. En cambio encontrar a alguien interesante para hacer infinidad de cosas, no es tan fácil. Y diciendo esto me retiraré lentamente” (conversación de WhatsApp).

Pues el tipo juró que yo estaba borracha (jajajajajajaja juro que no). Me dijo que borrara el chat y que mañana no tendría remordimientos ni sentido de culpa. ¿¿¿¿Ahhhhh???? Y yo enchuspada en la cama viendo mi serie favorita. Check!

La cuestión de esta exposición de casos, sociológicamente estudiables, es que todo indicaba que el hombre que dejé ir parecía el hombre perfecto. Y lo dejé ir. La pregunta de fondo es: ¿era perfecto para mí?

Mi respuesta la tengo clara. Dura pero ya está tomada. Y puede que haya momentos en que me pregunte si la cagué. Y mi respuesta es: ni puta idea.

Uno de todos estos personajes me dijo muy sensatamente: “¿Para que se le propone algo a usted en este momento? Es como tirarle una piedra al mar. Porque así es usted. No se le puede contener”. ¡Joder! ¿Y qué tal me conociera?

Yo creo en el destino y que las personas nacen para algo. Por ahora no creo que yo haya nacido para el matrimonio ni tener más hijos, y eso no me hace una mala persona. Pero eso debe estar claro si alguien se quiere meter conmigo. No soy fácil y eso no es un secreto.

Tampoco implica que siempre voy a pensar así. Tal vez no. He manifestado que estoy a favor del ‘patraseo’. ¿Por qué no? Siempre, siempre, siempre, podemos cambiar de opinión y quizás yo lo haga. O cuando me vea madura, di tu a los 55 años, me junte con alguien para pasar esa época de mi vida.

Yo no quiero un esposo. Si llega un compañero, quiero que sea de vida y de viajes. Que nos sigamos la cuerda; que andemos con lo necesario, pero que tengamos para darnos gusto; que no tenga que empujarlo para hacer las vainas; que diga las cosas y las haga; que me enseñe; que sea tan auténtico como le salga de los cojones y que su actividad favorita sea ¡vivir!

No crean. No son características fáciles de encontrar todas juntas. Si llega; chévere. Si no; tengo lo suficiente en mí para ser absolutamente feliz.

Así que no hay de que preocuparse. No soy la primera ni seré la última a la que le pasa esto. Sola no estaré. Me tengo a mí. Aunque no deja de doler esto de ser sensata y tomar decisiones difíciles. Pero alguien lo debe hacer.

Vamos a cortarnos las venas? Listo. Les dejo dos perlitas.






A sobrevivir que el mundo es de los valientes que no vivimos en la zona de confort!