Fotografía del portal www.razon.com.mx |
Hace dos días leí un titular de
prensa que decía ´Israelíes y Hammas negocian mientras se mantiene la tregua en
Gaza´. Supe, entonces, que se había decretado un alto al fuego de 72 horas. Ya
no eras siete horas para que los civiles se abastecieran de víveres, sino que
era una tregua para negociar.
Casi paralelamente, supe también
del suicidio del talentosísimo actor y uno de mis favoritos, Robin Williams,
quién me puso a pensar sobre la muerte y el más allá con una de mis películas
top protagonizadas por él: ‘Más allá de los sueños´.
Lo que me extrañó de estos dos
eventos es que hubo una avalancha de mensajes en redes sociales de sorpresa
frente al deceso del actor y muy pocos durante los días que dejaron miles de civiles
muertos durante los ataques a colegios y hospitales palestinos. Y ahí surge mi
pregunta: ¿Qué pasa con la humanidad hoy?
Se aterran por una sola persona en
el planeta, que por el motivo que fuera (depresión, deudas, enfermedad),
decidió quitarse la vida y que está en todo su derecho de hacerlo, y no se
conmueven con los niños que se quedan sin padres o por las madres que lloran a
sus hijos porque un misil llegó y no les alcanzaron los 30 segundos de la
alarma para refugiarse en un lugar “seguro”.
Y el mundo entero sentado en su
cómodo sofá viendo lo que ocurre por tv, pensando que menos mal el destino no
los puso en esa zona geográfica del planeta y dejando que la vida pase, algunos
sin siquiera interesarse el porqué de esta guerra. Con una indiferencia como si
la situación los ensuciara de inmundicia y sin voltear a mirar, al menos para
comprender un poco este mundo loco en el que vivimos. Pero no. Su respuesta
interna es: “a mí no me afecta”.
Cuando ocurrió uno de los grandes
genocidios de la historia moderna que fue el intento de Hitler por exterminar a
los judíos en la Segunda Guerra Mundial, podemos decir que la humanidad tenía
una excusa. La excusa de no tener la información completa. De no saber con
exactitud si todas esas cosas que se decían sobre los campos de concentración
eran ciertas o no. Todo se vino a destapar después que Alemania perdió la
guerra y llegaron a los famosos campos. Pero mientras todo se desarrollaba, en
Europa sabían sobre la guerra y algunos países más que otros. Por estos lados
de América del Sur en el pequeño país llamado Colombia, las noticias eran mucho
más escuetas y daban información general. Al fin y al cabo éramos un país
tercermundista que en nada le afectaría. Muy parecido a lo que algunos piensan ahora
sobre la situación de Gaza.
Pero hoy la humanidad no tiene
excusa. Los gobiernos no tienen excusas y menos los organismos multilaterales y
específicamente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Para qué
fueron creados sino para intervenir en casos como este y que una guerra de tan
grandes proporciones se pueda evitar?
Hoy tenemos autopistas de
información: Noticieros que reportan al instante, redes sociales donde los
mismos afectados suben videos, publican fotos de la barbarie y piden ayuda.
Pero no. Seguimos haciéndonos los de la vista gorda y que no es con nosotros.
Tomado de www.gestion.pe |
Para resumir cifras –que es lo más
frío que los periodistas podemos mostrar, pero es la única forma de medir – van
cinco semanas de ataques en los que han muerto 1.980 palestinos (en su mayoría
civiles y muchos niños) y casi 70 israelíes (en su mayoría militares). También
deja más de 10 mil heridos que no se pueden atender porque faltan más de cien
tipos de medicamentos esenciales y los hospitales no dan abasto, incluso, el
médico Belal Dabour explica al diario El País de España que muchas veces tiene
que poner a una familia entera en la misma cama.
Sé que usted, desde su escritorio
no es mucho lo que puede hacer. Yo tampoco. Lo único que se me ocurrió fue
escribirlo. Escribir cuan triste, decepcionada e impotente me siento.
No conozco a nadie que viva en
Gaza, pero no tengo que ser palestina para sentir dolor, solo debo ser humana
para saber que esto no está bien.
Si alguien que tenga el mínimo
poder de intervenir en esta guerra, lo puede hacer y llega a sus ojos este
escrito, no dude en hacerlo.
Y si alguien tiene la capacidad de
explicarle a mi hijo de ocho años el por qué unos matan a otros, le agradezco.
El día que me lo preguntó me remonté a Alejandro Magno para que fuera
cogiéndole el hilo a la historia de la pelea por ese pedazo de tierra. Cuando
pasé por los romanos, cristianos, cruzados, británicos que metieron mano,
Estados Unidos que también, palestinos, hasta llegar a la actualidad, mi madre
me voltea a mirar y me dice: “No le entendió ni la mitad”. En mi interior creo
que algo le quedó. Quiero que él se entere en contexto de las cosas. Pero debo
confesar que cerré la discusión con: “La gente que entra en guerra lo hace
porque son una parranda de idiotas y en la mitad quedan unos que no tienen nada
que ver, que son los que llevan del bulto”. Y punto pelota.
Pero más allá de la historia, más
allá de los porqués, sé que mi hijo, que ve noticias siente el dolor por el
otro que no conoce y me da un halo de esperanza.
Algo, algo se debe poder hacer. Yo
por lo menos, escribo este mensaje en la botella dando mi solidaridad a los
civiles palestinos, encerrados en esa franja y a los que el mundo les da la
espalda condenándolos a muerte.
Bendito sea el destino que hizo que
usted no naciera allí. ¿Verdad?