viernes, 15 de agosto de 2014

El silencio nos hace culpables a todos


Fotografía del portal www.razon.com.mx

Hace dos días leí un titular de prensa que decía ´Israelíes y Hammas negocian mientras se mantiene la tregua en Gaza´. Supe, entonces, que se había decretado un alto al fuego de 72 horas. Ya no eras siete horas para que los civiles se abastecieran de víveres, sino que era una tregua para negociar.

Casi paralelamente, supe también del suicidio del talentosísimo actor y uno de mis favoritos, Robin Williams, quién me puso a pensar sobre la muerte y el más allá con una de mis películas top protagonizadas por él: ‘Más allá de los sueños´.

Lo que me extrañó de estos dos eventos es que hubo una avalancha de mensajes en redes sociales de sorpresa frente al deceso del actor y muy pocos durante los días que dejaron miles de civiles muertos durante los ataques a colegios y hospitales palestinos. Y ahí surge mi pregunta: ¿Qué pasa con la humanidad hoy?

Se aterran por una sola persona en el planeta, que por el motivo que fuera (depresión, deudas, enfermedad), decidió quitarse la vida y que está en todo su derecho de hacerlo, y no se conmueven con los niños que se quedan sin padres o por las madres que lloran a sus hijos porque un misil llegó y no les alcanzaron los 30 segundos de la alarma para refugiarse en un lugar “seguro”.

Y el mundo entero sentado en su cómodo sofá viendo lo que ocurre por tv, pensando que menos mal el destino no los puso en esa zona geográfica del planeta y dejando que la vida pase, algunos sin siquiera interesarse el porqué de esta guerra. Con una indiferencia como si la situación los ensuciara de inmundicia y sin voltear a mirar, al menos para comprender un poco este mundo loco en el que vivimos. Pero no. Su respuesta interna es: “a mí no me afecta”.

Cuando ocurrió uno de los grandes genocidios de la historia moderna que fue el intento de Hitler por exterminar a los judíos en la Segunda Guerra Mundial, podemos decir que la humanidad tenía una excusa. La excusa de no tener la información completa. De no saber con exactitud si todas esas cosas que se decían sobre los campos de concentración eran ciertas o no. Todo se vino a destapar después que Alemania perdió la guerra y llegaron a los famosos campos. Pero mientras todo se desarrollaba, en Europa sabían sobre la guerra y algunos países más que otros. Por estos lados de América del Sur en el pequeño país llamado Colombia, las noticias eran mucho más escuetas y daban información general. Al fin y al cabo éramos un país tercermundista que en nada le afectaría. Muy parecido a lo que algunos piensan ahora sobre la situación de Gaza.

Pero hoy la humanidad no tiene excusa. Los gobiernos no tienen excusas y menos los organismos multilaterales y específicamente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. ¿Para qué fueron creados sino para intervenir en casos como este y que una guerra de tan grandes proporciones se pueda evitar?

Hoy tenemos autopistas de información: Noticieros que reportan al instante, redes sociales donde los mismos afectados suben videos, publican fotos de la barbarie y piden ayuda. Pero no. Seguimos haciéndonos los de la vista gorda y que no es con nosotros.
 
Tomado de www.gestion.pe



Para resumir cifras –que es lo más frío que los periodistas podemos mostrar, pero es la única forma de medir – van cinco semanas de ataques en los que han muerto 1.980 palestinos (en su mayoría civiles y muchos niños) y casi 70 israelíes (en su mayoría militares). También deja más de 10 mil heridos que no se pueden atender porque faltan más de cien tipos de medicamentos esenciales y los hospitales no dan abasto, incluso, el médico Belal Dabour explica al diario El País de España que muchas veces tiene que poner a una familia entera en la misma cama. 

Sé que usted, desde su escritorio no es mucho lo que puede hacer. Yo tampoco. Lo único que se me ocurrió fue escribirlo. Escribir cuan triste, decepcionada e impotente me siento.

No conozco a nadie que viva en Gaza, pero no tengo que ser palestina para sentir dolor, solo debo ser humana para saber que esto no está bien.

Si alguien que tenga el mínimo poder de intervenir en esta guerra, lo puede hacer y llega a sus ojos este escrito, no dude en hacerlo.

Y si alguien tiene la capacidad de explicarle a mi hijo de ocho años el por qué unos matan a otros, le agradezco. El día que me lo preguntó me remonté a Alejandro Magno para que fuera cogiéndole el hilo a la historia de la pelea por ese pedazo de tierra. Cuando pasé por los romanos, cristianos, cruzados, británicos que metieron mano, Estados Unidos que también, palestinos, hasta llegar a la actualidad, mi madre me voltea a mirar y me dice: “No le entendió ni la mitad”. En mi interior creo que algo le quedó. Quiero que él se entere en contexto de las cosas. Pero debo confesar que cerré la discusión con: “La gente que entra en guerra lo hace porque son una parranda de idiotas y en la mitad quedan unos que no tienen nada que ver, que son los que llevan del bulto”. Y punto pelota.

Pero más allá de la historia, más allá de los porqués, sé que mi hijo, que ve noticias siente el dolor por el otro que no conoce y me da un halo de esperanza.

Algo, algo se debe poder hacer. Yo por lo menos, escribo este mensaje en la botella dando mi solidaridad a los civiles palestinos, encerrados en esa franja y a los que el mundo les da la espalda condenándolos a muerte.

Bendito sea el destino que hizo que usted no naciera allí. ¿Verdad?