Suena el móvil y tú estás
desprevenida. Quizá en el metro, caminando o en una cena cualquiera. Miras la
pantalla y aparece un nombre, ese que te hace sacar una sonrisa pícara. En tu
cabeza surge lo que sabes que va a pasar. Aunque siempre dices que no volverá a
ocurrir, en cuanto este hombre te llama no eres capaz de decir que no y corres
a sus brazos como una desesperada.
Alias ‘El Cangrejo’, es ese
hombre que algunas mujeres tienen. Sea amigo con derechos, por lo general puede
ser un ex novio o un ex amigo o un ex algo y como no sabemos cómo llamarlo preferimos
decirle así: El Cangrejo.
No existe un único cangrejo en la
vida de una mujer. Según los biólogos, hay cangrejos felpudos, gigantes,
terrestres, piedra, real y violinista.
Los felpudos son esos que tienen
cara de peluche y una mujer sabe que con él jamás perderá el control, así que
por ese no hay de qué preocuparse.
Los terrestres, son los que
vuelven en tono arrastrado, casi rogando. Tampoco son problema. Uno tiene poder
sobre ellos también.
El violinista puede ser ese
cangrejo que siempre es el amigo, el que incluso te lo puedes llevar de copas
con un chico y no dice nada.
En ese orden de ideas, estos
cangrejos no representan mayor peligro. El problema es cuando nuestro cangrejo
es gigante o de piedra.
Todo puede comenzar como un
juego. Eres el chico que conozco hace años. El joven, ejecutivo y exitoso,
además de guapo y con un sentido del humor que te partes. Pero tú no quieres
nada en serio con él, o él no quiere nada serio tampoco. Así que surge un pacto
tácito: tú lo vas a llamar cuando lo necesites y viceversa.
Se llaman, lo pasan fenómeno:
noche de licor, risas, buen sexo, viajes o qué se yo… Así pueden durar, incluso años. Si
ambos viven en lugares distantes mucho mejor. Es más si alguno tiene una
relación estable, es mucho, mucho mejor!
Eso es lo que uno pensaría. Pero
llega un momento en que ese pajazo mental ya no sirve para nada. Por algún
motivo a alguno de los dos (por lo general a nosotras) nos gustaría dar un paso
más. Pero ya todo está perdido. Si iniciamos mal hace años, ya no hay nada que
se pueda hacer.
Hasta que después de un
encuentro, quizá de más días de lo normal, él se puede asustar. Te dice que no
quiere seguir así. Pffff “Perdón?” Y es cuando te viene en la cabeza: “Vamos a
ver. Si no lo puedo tener todo el tiempo, ahora sí que menos”. Pero como no te
quieres ver convertida en un cangrejo terrestre, dicen con dignidad que si es
su decisión, la respetas. Y te vas.
Meses después, recibes la
llamada. Y dices: “no, no, no voy a ceder” y qué pasa? Sales corriendo a sus
brazos, a repetir las noches que juraste que no le volverías a dar.
Y después de buen sexo, risas y
etc, en la cena te lo suelta:
- - Es que hace tanto que no hablamos. Te tengo que
contar muchas cosas.
Tu sonrisa viene con un ligero
descenso porque sabes que eso no es nada bueno.
- - "Pues bueno, para eso estamos. Cuéntame". Dices tratando de mantener la
sonrisa.
- Es que hace meses estoy saliendo con una chica.
Y es como en serio.
Pum! Tómalo. Golpe directo a la
cara. Pero jamás perdiendo la sonrisa.
Pero por qué carajos me tengo que
enterar? De cuándo acá terminé siendo la mejor amiga de este hombre que tras de
que me puede hacer el amor cuando se le pega la gana, me puede terminar contando de sus historias
amorosas?
Este es un típico cangrejo de
piedra.
Queridas señoritas: un ser humano
jamás, pero jamás puede tener el control de este tipo de situaciones. Podemos
tener muchos cangrejos en la vida, incluso uno actualmente que creemos que
podemos controlar, llámense terrestre o felpudos. Pero llegará el día en que un
cangrejo se torne gigante, quieras abrazarlo y solo sacará las tenazas.
Antes era pro cangrejos. Hoy los
veo desde la playa.
Y los dejo con mi musiquita… esto
es Melendi… díganme ñoña o lo que quieran pero que mejor canción para describir
la situación.
Buena semana!